EDUARDO HERVÁS (d)
H.E. (1)
Eduardo Hervás
[Eduardo Hervás nació] el 15 de septiembre de 1950. Provenía, por línea paterna, de una familia de comerciantes y, por la materna, de una rama de la alta burguesía local [...] En el momento de su muerte (2), Eduardo Hervás, un joven estudiante de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia de 22 años de edad, había concluido el Servicio Militar y era “compañero de viaje” de un grupúsculo de extrema izquierda, “Bandera Roja”, co-fundado por el que luego sería ministro de Cultura, Sr. Solé Turá.
1. Fragmentos de los dos primeros apartados (“Un esbozo biográfico” y “Operaciones espumosas”) de la introducción de Rafael Ballester Añón al libro Eduardo Hervás. Obra poética (R. Ballester Añón (ed.), Valencia: Edicions Alfons el Magnànim, 1994). Agradecemos a R. Ballester Añón la autorización para reproducir los fragmentos seleccionados.
2. “E. H. murió el mismo día que salió su libro Intervalo de la imprenta. Dos días antes de su muerte hicimos un viaje a Barcelona; él tenía problemas con la política clandestina de la época; ese tipo de conflictos condujeron a que determinados amigos, que formaban parte de un grupúsculo, le acusaran de que la clase obrera no quería saber nada con él, esa clase de sandeces que algunos asumían con voluntad de mesianismo; un tipo de cosas que a Eduardo le afectaba mucho porque era incapaz de distanciarse de ellas. Eduardo pensaba que su vida estaba terminada y, bueno, aguantó un día después del viaje a Barcelona”. Declaraciones acerca de la muerte de E. Hervás hechas por el profesor Jenaro Talens al periodista Abelardo Muñoz, recogidas en su libro El baile de los malditos. Cine independiente valenciano 1967-1975, Valencia: Filmoteca de la Generalitat Valenciana, 1999.
Según las personas que conocieron a E. Hervás, se trataba de un joven excepcionalmente inteligente y persuasivo y con una cultura realmente portentosa para su edad. Formó un amplio grupo de amigos y discípulos (de los que en ocasiones era a la vez maître à penser et à plaisir) y al que, de un modo u otro, estaban vinculadas gentes tan diversas como los poetas J. M. Arnal, Carles Salazar, Jenaro Talens, J. M. Ribelles, Leopoldo María Panero (con quien mantuvo una muy interesante relación epistolar); los cineastas Rafael Gassent, Antonio Maenza, Oswaldo Muñoz; los escritores y periodistas Pedro J. de la Peña, Abelardo Muñoz, José Merita, Vicente Ponce, J. Gandía Casimiro, Manuel Arranz, Rafael Ferrando, Manuel Colomina; los artistas plásticos Miguel Ángel Campano y Miquel Navarro; los filósofos Nicolás Sánchez y Maite Larrauri, el matemático Luis Puig, el historiador Salvador Albiñana y el actor y grafista Eduard Muntaner, entre otros.
La biografía de Eduardo Hervás, sobre todo en sus tres últimos años, antoja un denso acopio de apremios y la caracteriza su escasa trivialidad. Trató de llevar a la práctica sus teorías poéticas y convicciones ideológicas, muy vinculadas al surrealismo y al materialismo dialéctico. En otras palabras: se propuso aplicar la idea de transformación profunda no solo a la realidad política sino también a su mundo personal. (3) El resultado fue que su vida, especialmente en los últimos meses, se convirtiera en un continuo acto de provocación, en una especie de inacabable happening. Su heterodoxia poética, personal y política trajo como consecuencia, en aquel contexto, el desplome emocional.
3. Esto forma parte de lo que Hervás denomina “práctica no poética de la poesía”.
La vida y la obra de Eduardo Hervás constituyen un inmejorable compendio [...] de lo que fueron los conflictos y contradicciones de un importante sector del mundo cultural y político valenciano (y por extensión, español) a principios de los años ‘70, es decir, en plena resaca de Mayo del 68, que, en España, vino a coincidir con las postrimerías del régimen del general Franco.
Ese “pathos” generacional del 68 ha sido conceptualmente abocetado, con notable fortuna descriptiva, por Vicente Ponce: “Aquella revuelta de los sujetos contra las normas y la afirmación de la individualidad frente a la pretensión normativa de la universalidad, aquella deconstrucción heideggeriana de las diferentes figuras de la subjetividad, aquella revolución que trascendió la política y casi fue cultural, aquellas convulsiones en el sujeto que Lacan llamaría revoluciones del deseo, aquellos días de humo y adoquines, son hoy la hazaña épica más brillante y narrativa del cuerpo social”. (4)
4. VV.AA., Los años que conmovieron al cinema (las rupturas del 68), Valencia: Ediciones Textos Filmoteca Valenciana, 1998, p.12.
Tal estado de cosas tuvo en Valencia una manifestación especialmente brillante y creativa (que en buena medida está aún por evaluar) y en relación con ella la obra hervasiana posee un destacado carácter de ejemplaridad.
La actividad artística e intelectual de E. Hervás fue de una precocidad y variedad de intereses realmente excepcionales.
Su poesía [...], como suele decirse en estos casos, “se adelantó a su época”. Hervás introdujo los hallazgos literarios y teóricos del estructuralismo parisino en una Valencia provinciana. Tradujo al castellano (por primera vez, probablemente) poemas de George Bataille, Francis Ponge, el tratado de Ernest Fenollosa –tan encomiado por Ezra Pound– acerca de la escritura china como medio de expresión poética, etc. Fue guionista –entre otros– del legendario filme del cine independiente Orfeo filmando en el campo de batalla. (5) Preconizó lo que podríamos denominar un materialismo órfico (6), que venía a ser una extraña mezcla de severidad militante y vitalismo mediterráneo, y en el que tenían cabida desde los psicotrópicos a las hipnotizantes imágenes de la poesía de Lezama Lima, pasando por el pensamiento de Lacan, los textos althusserianos, los filmes de Jean-Luc Godard y Jean-Marie Straub/Danièle Huillet, las especulaciones semióticas, el rock-and-roll...
5. En cuanto cineasta, Eduardo Hervás merece una consideración especial que, en parte, ya le han prestado documentada y solventemente Vicente Ponce y J. M. Company en su trabajo “El cine independiente”, incluido en VV.AA., Historia del cine valenciano, Valencia: periódico Levante, 1991, pp.241 y ss. En tal trabajo se da cuenta, entre otras cosas, del accidentado rodaje de Orfeo filmando en el campo de batalla, filme dirigido por Antonio Maenza, así como de la participación de Eduardo Hervás en Flash: Kábala 9 en 16 para 4 en 8 y sus contactos con la prestigiosa revista de cine Cinétique [...]
6. Los textos teóricos de Eduardo Hervás tienen como objetivos habituales la poesía, el cine, la política, el psicoanálisis... Buena parte de sus reflexiones sobre estos temas adolecen a menudo de una excesiva dosis de retórica farragosa, muy del gusto de la época, que frecuenta los lugares comunes del marxismo maoísta o del hiperteoricismo estructuralista-telqueliano. Más que teorizaciones acostumbran a ser ideologizaciones de objetos teóricos (sin olvidar la porción de ideologización que toda teoría conlleva, punto nuclear precisamente de las reflexiones de Eduardo Hervás). Sus especulaciones vienen a ser como un sustancioso puchero –si se nos permite la imagen– de psicoanálisis, teoría marxista, surrealismo, divagaciones semiológicas..., que en ocasiones (las mejores) tienen un tono deliciosamente apasionado. En esta clase de textos Hervás pone literatura en la teoría y teoría en la literatura. (En este orden de cosas, recordemos el fuerte aroma metapoético de buena parte de sus composiciones). Su método –si podemos emplear término tan solemne para el caso– tiene un aire caótico, interdisciplinar, que responde perfectamente a lo que podríamos llamar la “sensibilidad epistemológica” de finales de los años ‘60.
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