La lentitud de los gramófonos es un proyecto que comienza desde otro proyecto ya consolidado (Shangrila). Su pretensión es independizarse con el tiempo y continuar por sí solo. La primera entrega (Cuaderno 1) abreva en el formato de la revista Shangrila, aunque como libro, con una maqueta marcada por la sobriedad. Pero habrá otros formatos. Otras músicas.
Bienvenidos a la lenta cadencia de los gramófonos.
Cuánto nos quedará por ver. Cuánto de belleza y de terror, cuánto de cada elemento y material, ambivalente y sobrenatural por el solo gesto de mirarlo como se lo merece, es decir, como se mira una reliquia o una ofrenda. Demorándose con devoción. Para redescubrir lo tantas veces visto y naturalizado, para tocarlo con los ojos como si fueran manos. Para aislarlo en su singularidad y recogerlo debajo de los párpados, como un recién nacido ya muy sabio, ya muy antiguo y derramado en el mundo. Cuánto nos quedará por ver, por asediar con la vista como un enamorado, hasta reconocerlo a ciegas. Hasta verlo con los ojos vendados, de tanto ejercitar la vista de la lengua, del oído, del tacto. De tanto olfatear su rostro, su rastro en el aire en el que ya no está.
Cuánto nos quedará por ver para luego contar y descontar del número limitado de veces que nos ha sido concedido contemplarlo. Para experimentarlo hasta la extenuación, desde el núcleo a los bordes, desde el núcleo del borde hasta su periferia infinitesimal. Mirar hasta ver, como si la muerte no existiera pero porque la muerte existe y esta manera de mirar se acaba. Mirar con la dicha del sobreviviente y la desesperación del condenado.
Así miramos en estos cuadernos un perro de Goya, una manta de cuna de Sonia Delaunay, una capilla laica de Ellsworth Kelly, películas de Ozu y Lanthimos, a Mozart en el cine, el dedo de Platón, unas zapatillas rojas, el horror en la mirada, imágenes en poemas de Michaux y haikus de Bashō, fantasmas de Mark Fisher. Bailarinas y ballenas, amores perdidos, maneras de filmar, de musicalizar y de leer (lápiz en mano), de traducir y de vivir divididos entre distintas vocaciones. Y al final, el amor.
Pusimos a girar palabras en la pista. Lo hicimos lentamente. Con la lentitud de los gramófonos.


