COORDINADOR: AGUSTÍN RUBIO ALCOVER
¿SON GALGOS O PODENCOS?
La última reseña
publicada en esta sección versaba sobre un importante trabajo historiográfico acerca de El crimen de Cuenca y los acontecimientos que
rodearon su producción y su estreno, largamente aplazado, así como los
quebraderos de cabeza que supuso para sus artífices y para los políticos que se
encontraron con la patata caliente entre las manos. Para Emeterio Díez Puertas,
el autor del estudio, venía a ser algo más que un epifenómeno de la Transición,
porque, en efecto, en más de un aspecto enconó, desencadenó o precipitó
conflictos más generales.
El volumen del que
hoy nos ocupamos vuelve a la carga sobre el tránsito a la democracia en España
y el cine del periodo, en tanto en cuanto que imagen real o especular, reflejo
fidedigno o deformante, favorecedor o esperpéntico... Más allá de lo que de
síntoma tiene este revival de la segunda y antirrevolucionaria Gloriosa
(auténtico fetiche al que los unos ponen flores y otros hacen vudú, pero, en
fin, revenant que a base de estos dimes y diretes goza de una salud
envidiable); el dilema de fondo, ineludible pero irresoluble, es triple: si la
Transición fue tal o un espejismo; si el cine oficia como testigo o modela la
realidad y la Historia; y si es más interesante en sí, como texto, o por cuanto
involucra y lo envuelve.
Es en esta clave
que cobra especial interés este libro, editado por Manuel Palacio, catedrático
de la Universidad Carlos III de Madrid y conocido introductor e impulsor de los
estudios culturales en nuestro ámbito, lo que no es óbice para que el primero
de los artículos corra a cargo de Santos Zunzunegui, catedrático también, en su
caso de la Universidad del País Vasco, y notorio defensor del análisis
semiótico textual, quien titula su aportación sobre Pere Portabella con la divertida,
por provocadora, pregunta de Aimez vous le cinéma?
Afortunadamente, El
cine y la Transición política en España (1975-1982) es el testimonio de una
voluntad de tender puentes. Se estructura en cuatro partes, llamadas
"Escrituras" (sobre cuatro autores y películas suyas del periodo: el
citado Portabella, Almodóvar, Chávarri y Zulueta), "Representaciones"
(el bloque propiamente alineado con los estudios culturales, en el que quiero destacar
el original texto de Juan Carlos Ibáñez y Paula Iglesias sobre la comedia
sentimental), "Memorias" (que incluye reflexiones acerca de las
relecturas, oficiales, parabólicas, perversas y demás, que de todo hay, de la
Transición que se vale del cine) y "Recuperaciones": Palacio ha querido redondear la edición, modesta
(el tamaño de la letra y el interlineado, demasiado pequeños) aunque muy
correcta, con los criterios de citación unificados y sin erratas (cosa
excepcional, en los libros cuyos materiales proceden de congresos), con un
gesto sentimental y práctico, y ha reproducido lo más parecido a un incunable,
por imprescindible y hasta hace nada inencontrable, de Vicente Ponce y Julio Pérez
Perucha: “Algunas instrucciones para evitar naufragios metodológicos y rastrear
la transición democrática en el cine español”, escrito desde la trinchera, con
reflexiones radicales que a menudo chirrían y se antojan injustas, pero que, al
fin y al cabo, posee todo el sabor de una incorrección política hoy
sencillamente irrepetible (¡ese despachar el cine del búnker con la expresión
de “fílmica para Cottolengo”!).
Iván Zulueta