Botonera

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30.3.16

XIV. LÁGRIMAS 1 - PASEO POR EL AMOR, EL DOLOR Y LA MUERTE, Revista Shangrila nº 26, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2016




San Pedro, Guido Reni, 1617



Se nos piden actos, pruebas, obras, y todo lo
que podemos producir son lágrimas transformadas.
Cioran, El aciago demiurgo

¿Cómo será el mundo visto por esos ojos de San Pedro bañados en lágrimas? Un mundo borroso, casi ya perdido y distante, caído, desvanecido en la niebla del que así lo contempla. He ahí el mundo cristiano, el que surge precisamente después, a consecuencia de la muerte del Cristo. Después, o incluso por la traición. Mundo desconsolado, de todos los que, abandonados, viven, sobreviven, luego del sacrificio, por ellos, por su salvación, del mártir. Realmente, es para llorar y lamentarse. Haber perdido al dios, y negarlo en el mismo momento de su abandono.

He aquí lo que esta escena dice: ya no es posible ver el mundo limpio, cristalino y seco, perfilado en sus volúmenes claros y rotundos como se mostraban en la alegría solar del paganismo. Porque es de noche. Ahora es de noche, o la noche es nuestro adviento, el crepúsculo nuestro destino. El nuevo tiempo que esta noche alumbra nace con llanto, como un recién nacido. Pero, al contrario que la criatura nacida, él se siente culpable, no es para nada inocente: ha traicionado el recuerdo de su guía, de su dios, tres veces antes de que cante el gallo. El gallo de los sacrificios, el de Sócrates y Esculapio.

El momento ha pasado. El momento crucial de la decisión, la traición, y luego vendrá la cruz. Por eso Pedro se aparta, y en un rincón oscuro, como en cueva1, a solas consigo mismo, y en extrema pasividad, dejado, desolado, vaciándose, rompe a llorar. El apóstol no está en concentración, tenso, estirado, sino hundiéndose lentamente, desvaneciéndose en vaciado. Solitarios, abandonados, somos hijos relapsos de Él, pero especialmente del momento del martirio, como este san Pedro, o piedra angular de la iglesia, de la comunidad futura, cuerpo que llora. En cierto modo póstumo, su mundo, el cristianismo que nace, es para siempre un mundo post  (...)

Y saliéndose lloró amargamente.
Sobre las lágrimas de San Pedro
Alberto Ruiz de Samaniego en Lágrimas 1