Botonera

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11.9.16

II. "LA MIRADA CERCANA. MICROANÁLISIS FÍLMICO", de Santos Zunzunegui, [Encuadre] libros, Santander: Shangrila 2016.




Ediciones de 'La mirada cercana' de 2016 (Shangrila) y 1996 (Paidós)




En esta segunda edición de La mirada cercana, a continuación del prólogo que Jenaro Talens escribió para la primera edición de 1996, se incorpora lo siguiente:

VEINTE AÑOS NO ES NADA
Jenaro Talens
Ginebra-Madrid, abril de 2016

El libro cuya segunda edición ampliada y corregida tiene el lector entre las manos vio la luz en 1996. En aquellos últimos estertores del que Eric Hobsbawn definió como el siglo más corto, la deriva antiteórica y antireflexiva empezaba a enseñorearse del panorama intelectual. El llamado «Fin de la Historia» anunciado a bombo y platillo por Fukuyama se celebraba, como si de una fiesta fallera se tratase con numerosos fuegos de artificio (en la invasión de Grenade, por ejemplo), solo que aderezados con cierta cantidad de metralla por aquello de que más vale, si se hacen las cosas, hacerlas bien y de una vez. La necesidad de sustituir el pensamiento por el espectáculo o los conceptos por los tuits (las redes sociales eran aún personajes de un limbo hipotético) dejaban intuir el declive de lo que había sido la tradición crítica de la Modernidad desde el siglo XVIII. En el terreno de la comunicación, en general, y del cine en particular, la emergencia de nuevas tipologías de consumo y de consumidores, hacía presagiar lo peor. Los malos augurios se han cumplido y hoy se habla de gobiernos que financian específicamente a aquellas universidades que eliminen de su oferta curricular toda referencia a las humanidades (donde se inscribirían, tanto la reflexión —política, teórica, epistemológica— como, en general, todo aquello relacionado con la cultura). Y así nos va. Por eso es de agradecer que Shangrila Ediciones se decida a resucitar este viejo instrumento de combate. Porque lo que Santos Zunzunegui (como quien esto escribe, ya en los tramos finales de su dedicación institucional a la enseñanza y la investigación) propone y lleva a cabo en estas páginas no tiene nada de palinodia. Reivindicaba «pensar» las formas para mejor entender cómo situarnos ante la mediación que a través de tales formas se establece entre lo que se proyecta en la pantalla y nuestro imaginario espectatorial. El sistemático bombardeo a que se somete a quienes se apuntan a la fatídica costumbre de pensar no solo no ha cesado desde que este volumen vio la luz por primera vez, sino que se ha acrecentado sobremanera y hace temer lo peor, cuando uno piensa en la precariedad de medios y la inestabilidad laboral de quienes habrán de continuar en esta lucha por el pensamiento libre y el ir contra lo que se llamó a finales del siglo XIX, «las palabras de la tribu». Por eso, lo que era un pica en Flandes en 1996, se convierte hoy en un acto de resistencia a la barbarie que nos amenaza, con políticos que solo existen en plasma o que confunden La ética (sic) de la razón pura con El Capitán Trueno y la necesidad del acceso popular a la cultura superior con la banalización de los contenidos.

En este libro, Santos Zunzunegui sigue fiel a su metodología (algunos dirían que a menudo rígidamente greimasiana), pero siempre consecuente y honesta en su desarrollo. Uno puede compartir o no los resultados o las valoraciones sobre tal o cual aspecto de una película, pero nadie podrá negar que si ello es posible es porque lo que se tiene delante no es una verborrea convencional a que nos tienen acostumbrados los medios, académicos o no, sino la apuesta firme por el papel de la inteligencia cuando la mueve el amor a un objeto (el cine) y la humildad del analista, siempre dispuesto a rectificar sus opiniones si fuere menester.

No creo exagerar si afirmo que este volumen representa uno de los intentos más serios, entre todos los escritos en nuestra lengua, de abordar el cine como dispositivo de conocimiento y espero que los nuevos lectores, algunos ni siquiera nacidos en los años en que salió a la palestra por vez primera, sepan apreciarlo así. Será un síntoma de que no todo está perdido.