Botonera

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8.9.18

IV. "RAINER WERNER FASSBINDER. SOLO QUIERO QUE ME AMEN", Jesús Rodrigo García (coord.), Shangrila 2018





En los límites del Apocalipsis.
La estética negativa de Fassbinder

Josep M. Català Domènech


Rainer Werner Fassbinder


 El cine es sangre, lágrimas, violencia, 
 odio, muerte y amor.
        La filosofía de un director de cine está 
        en la iluminación y los encuadres.
Douglas Sirk



Apocalipsis del yo

Cuando en 1978, Fassbinder realiza su contribución a Alemania en otoño (Deutschland im Herbst, 1978), ya tiene en su haber más de treinta películas, si contamos entre ellas sus producciones televisivas. Apenas si hace diez años que se dedica al cine, cortometrajes aparte, y su filmografía ya es más extensa que la de muchos de los cineastas más consagrados de la historia del cine. Su trabajo teatral no es menos impresionante: entre 1969 y 1976, interviene como director, interprete, escritor o adaptador en más de treinta producciones teatrales. Sorprendentemente, aún le queda tiempo para intervenir en unos cuantos programas de radio y participar en películas de otros directores. Una producción tan prodigiosa no es frecuente, como tampoco lo es el frenesí vital que la rodea. Parece como si Fassbinder hubiera querido condensar toda una vida en poco más de una década y que se hubiera planteado este rabioso ejercicio a la manera de un enorme auto sacramental dividido en escenas, capítulos o retablos en los que cobijarse para conjurar los demonios personales y sociales que nunca dejaron de atormentarle. El mismo declaró que “le gustaría construir una casa con sus películas. Algunas serían el sótano, otras las paredes, algunas otras las ventanas. Pero confío en que al final sería una casa”.  (1) Se trataba de levantar una casa, un hogar, que pudiera darle cobijo.

1. MCGUIRE, Kristi, “Rainer Werner Fassbinder: A Baby Caligula”, The Chicago Blog, (31-5-2012) http://pressblog.uchicago.edu/2012/05/31/rainer-werner-fassbinder-a-baby-caligula.html


Una obra tan prolífica y una vida tan agitada tienen que estar por fuerza llenas de altibajos. Las obras más conseguidas destacan con luz propia, mientras que muchas de las otras establecen extrañas contigüidades y se sitúan como telón de fondo de las más eminentes: su tersa amalgama hace que destaquen más los espaciosos destellos. Sin embargo, en todos los filmes, Fassbinder entra y sale a su antojo, demostrando que son su territorio, un lugar agreste en el que ha decidido instalarse para seguir viviendo hasta que la muerte de sentido a todo ello. Dos empresas destacan por sobre las demás, debido a una imperiosa significación simbólica que las convierte en faros capaces de permitir la orientación por el extraño paisaje de ese conglomerado que forman su vida y su obra. Se trata de Alemania en otoño y Berlin Alexanderplatz (1979-1980) [...]