Botonera

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6.2.19

VIII. "NICHOLAS RAY Y LA POLÍTICA DE LA VIDA EMOCIONAL", Robert B. Pippin, Shangrila, 2019





Johnny Guitar


[...] [en] las películas de Ray, más psicológicas que políticamente complejas; [...] nos encontramos con una preocupación por amar y ser amado como el problema humano central o, tal vez deberíamos decir que nos encontramos con lo que se ha convertido en el problema humano central y más difícil, ya que el western tiene ahora una importancia histórica más que temática. Esto es así aun cuando Ray era consciente, como pocos directores alguna vez lo han sido o lo son, de la casi imposibilidad de redención. Sin embargo, eso no significa que la película deba clasificarse como otro western psicológico más, como los de Anthony Mann o Budd Boetticher. Es justo decir que esos westerns exploran de manera más consciente el coste psicológico de la transición hacia una ciudad fronteriza o el problema de la violencia legal-extralegal que el problema “objetivo” en sí mismo. El marco del western es seguro en sí mismo, aunque se le haya dado un enfoque diferente, más psicológico que épico. Una pregunta como: “¿Cuál es realmente la diferencia entre un sheriff y un cazador de recompensas, si la hay?” puede explorarse preguntándonos “¿Qué quiere decir para este individuo (el personaje de Jimmy Stewart en los westerns de Mann) enfrentarse a ese desafío?” Pero sigue siendo el punto de discusión clásico. Aún estamos en el lenguaje y las preocupaciones centrales del western.

Hay otro elemento que vincula la historia de amor con el argumento del “western”. Para ponerlo en términos generales, ambos plantean la cuestión de la posibilidad de “un nuevo comienzo”, algún tipo de huida de, o reconciliación con, el pasado. Como en muchos westerns épicos, la cuestión es si es posible una “segunda fundación” para el país, después del odio y la brutalidad de la Guerra Civil; en esta, como en otras películas, si la refundación de una república comercial moderna es posible a la sombra de ese odio y brutalidad, en un contexto de anarquía virtual. La relación de Vienna y Johnny plantea una cuestión a un nivel psicológico y personal parecido a un nuevo comienzo, ensombrecido por la amargura de su ruptura. Vienna se ha “convertido” en una emprendedora e insiste en ser tratada como tal y, a pesar de la persistencia de Johnny en ser un “loco por las armas,” este, después de todo, se ha cambiado el nombre, tratando así de adoptar una nueva identidad, sus armas están en sus alforjas y, en su lugar, lleva una guitarra. La superficie de la imagen del final —la purificación del agua, del agua del olvido— sugiere que han tenido éxito. Pero, una vez más, no podemos escapar a la ironía del abrazo. Vienna cree que Johnny había dejado de ser un “loco por las armas” y se engaña, lo que probablemente vuelva a pasar, y tal vez se trate del mismo tipo de engaño que el país “loco por las armas” parece experimentar regularmente al tratar de mantener su frágil unión.




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