Botonera

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2.5.19

VII. "Cine-Diario (Edición integral 1981/1986)", Serge Daney, Shangrila 2019



Jean Eustache



[...] La muerte de Jean Eustache perturba pero no sorprende. Sus amigos lo dirán a quien quiera escucharlo: era un suicida en potencia. Se aferraba a la vida con un pequeño número de hilos, tan sólidos que habíamos terminado por creerlos indestructibles. Nos equivocamos. El deseo de cine era uno de esos hilos. El deseo de no filmar a cualquier precio era otro. Ese deseo era un lujo y Eustache lo sabía. Pagó el precio [...]

Etnólogo de su propia realidad, Eustache hubiera podido hacer carrera, convertirse en un buen autor, con fantasmas y visión del mundo, un especialista de sí mismo en alguna medida. Su moral se lo prohibía: no filmaba lo que le interesaba, conseguía transcribir lo que lo trabajaba por dentro. Las mujeres, el dandismo, París, la campiña y la lengua francesa. Ya era mucho. 

Como un pintor que sabe que nunca terminará con eso, no dejó de volver sobre el motivo, sirviéndose del cine no como de un espejo (eso sucede con los buenos cineastas) sino como de la aguja de un sismógrafo (eso sucede con los grandes). Seducido por un instante, el público olvidó a este etnólogo perverso al que continuaban ocurriéndole muchas desgracias. Artista y nada más que artista (no sabía hacer otra cosa que películas), el suyo era al contrario el discurso más modesto y el más orgulloso a la vez, el de un artesano. El artesano lo pondera todo, evalúa todo, asume todo, memoriza todo. Eso hacía Eustache [...]