Botonera

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8.7.19

SERGE DANEY: "CINE-DIARIO", Reseña de Rafael Ballester Añón en el suplemento cultural 'Postdata? del Diario Levante, de Valencia.





HOMILÉTICA DE DANEY
Rafael Ballester Añón






El crítico de cine francés fue uno de los más influyentes de Europa, desde las páginas de Cahiers du Cinéma y Libération, con una mezcla de única de precisión y sensibilidad.


Hay quienes pertenecen a una generación que llenaba parroquias y salas de cine. Las primeras con textos sacros y homilías; las segundas, con películas clásicas y críticas de estreno; el párroco interpretaba los textos sacros; el crítico de cine efectuaba su tarea pastoral para un público devoto de imágenes y sonidos.

Serge Daney (Paris, 1944-Paris 1992) fue un distinguido e influyente cultivador de esa segunda homilética. Fue redactor-jefe de Cahiers du Cinéma, director de la sección de cine del diario Libération y fundador de la revista Trafic. Sus artículos fueron recopilados en volúmenes como Cine-Diario, Salario del zapeador, El ejercicio ha sido provechoso, Señor, entre otros. Algunos de ellos publicados en la editorial Shangrila. Daney evita el enfurruñamiento y la amable zalamería; y permanece escrupulosamente alejado de la insufrible prosa de la producción académica.

Cine-Diario es la compilación de algunas columnas de este gentilhombre de la crítica cinematográfica francesa, publicadas en el diario Libération, durante el periodo 1981-1986,y conforme a una selección realizada por él mismo. ¿De qué se ocupan esas columnas? De los cineastas insignes, de las relaciones entre cine y televisión, de los films admirables y abyectos, de la naturaleza promiscua de los festivales, etc. Veamos algunas de sus observaciones.

Sobre el cine de Glauber Rocha (eminencia del cine latinoamericano): "con obstinación, no cesó de formular una pregunta que, me temo, se ha vuelto obsoleta ¿qué sería de un cine que no debiese nada a los Estados Unidos?"

Sobre Jean Eustache: «cuando hizo la mejor película francesa de la década, La mamá y la puta (1973). Sin él, no tendríamos ningún rostro que ponerle al recuerdo de los niños perdidos del Mayo del 68. Perdidos y envejecidos ya, charlatanes y pasados de moda». Postula varias razones del escaso interés que el Mayo del 68 ha generado para el cine, y se pregunta. «¿Y si, justamente el Mayo del 68 no ofreciera material novelesco interesante y no planteara al cine ninguna cuestión estética? ¿Y si no hubiera allí más que un poco de socio-patología del militante, con ingenuidades siniestras, restos de infancia, discursos sonámbulos y desilusiones archiprevisibles? (€) Pocos muertos, no los suficientes mártires y demasiados perdedores ¿Nada de lo que nutre la necesidad de imágenes y el recurso a la 'gran ficción'?». En el uso de símiles a menudo trata de ser más descriptivo que lacerante, pero no siempre lo consigue: «salí del cine con la sensación de haber invertido tres horas en remontar a nado un rio de confituras. Grandes movimientos pegajosos, falsas vacilaciones del falso directo€», sobre una película de Lelouch.

En cuanto a la relación entre la televisión y el cine: «No estoy diciendo que el travelling, el fuera de campo o el decoupage (instrumentos del cine) son 'mejores' que el zoom, el campo único o el inserage(instrumentos de la tele). Sería estúpido. Las formas de nuestra percepción cambian, eso es todo. Y en ese cambio, la pareja cine-televisión tiene todavía, por ahora, un rol protagónico. Como todas las viejas parejas, han terminado por parecerse. Un poco demasiado, para mi gusto».

Sobre Demasiado temprano, demasiado tarde, una de las obras más radicales de Jean Marie Straub/Danièle Huillet (y eso es ya mucho decir): «Sin actores, sin personajes siquiera y sobre todo, sin figurantes. Si hay un actor en este film es el paisaje. Ese actor tiene un texto: la Historia (los campesinos que resisten, la tierra que permanece) de la que es testimonio viviente. Ese actor tiene un talento variable: la nube que pasa, una bandada de pájaros, un grupo de árboles mecidos por el viento, un claro del bosque, esta es la materia de la que está hecha la interpretación del paisaje. Esta manera de actuar es meteorológica. Hacía mucho tiempo que no veíamos algo así. Desde la época del cine mudo, exactamente».

Además de la cinematografía y el tenis, una de las grandes pasiones de Daney era viajar. En una visita a la casa-museo de Eisenstein, en Moscú, advirtió en que en la biblioteca «los libros (en contra de lo que pudiera parecer) no están ordenados al azar: para Eisenstein, lo que nosotros llamamos modestamente la ´dirección de actores´ pasaba por las recetas de los místicos, las técnicas de actor y la puesta en escena ´por instinto 'de las aves migratorias».

Sobre el film Gertrud (basílica de la historia del cine) de Carl Th. Dreyer, propone una hermosa y atinada interpretación: «En Gertrud, todo está dado en un solo gesto. La velocidad y la lentitud, por ejemplo. ¿Lenta, Gertrud? Pero una palabra, un carraspeo, una melodía, bastan para que se precipite uno, dos o tres destinos. ¿Rápida, Gertrud? Pero un sollozo, una palabra, una mirada, pueden tardar una eternidad en llegar o en posarse. Gabriel Lidman (el poeta laureado, y abandonado por su amante) que llora su suerte, ¿la llora con rapidez o lentitud? La llora de ambas formas, y eso es lo maravilloso». Serge Daney advierte que los malos cineastas no tienen ideas; los buenos, tienen demasiadas; los grandes, una. Una idea fija que les permite seguir su camino y hacerlo en medio de un paisaje siempre nuevo. El precio, un creciente grado de soledad. Observación que tal vez no es sólo aplicable a cineastas.


Rafael Ballester Añón
Suplemento cultural "Postdata" del Diario Levante, Valencia, 06/07/2019