La vida no es una biografía
Dice Pascal Quignard en La vida no es una biografía, último libro, hasta la fecha, de su ingente y poliédrica obra: “La lengua era un elemento vivo que no cesaba de nacer y de morir en sus huellas”.
Proteica, multiforme, inefable, solitaria, la obra de Pascal Quignard, heterodoxa, iconoclasta, rizomática, sería, si no existiese este libro, si Pascal Quignard no hubiese escrito La vida no es una biografía, la biografía más verosímil que un autor podrá llegar a escribir. Un libro sobre la lengua (“la lengua es una matriz y un paradigma”), un libro sobre los sueños (“los sueños son jirones vivos de nuestra vida casi siempre indescifrables”), un libro sobre la biografía (“La biografía es una ofrenda vana”), un libro sobre el cuerpo (“el cuerpo, el pobre cuerpo, el único cuerpo”). Su prosa es de una exuberancia que escapa a cualquier tentativa de formalización. Citas de Heráclito, de Séneca, de la Odisea, de la Tebaida, citas de citas que se imbrican, que se implican, que se replican. Hace tiempo que Quignard hiciera suyo el lema de los argonautas: “Un día decidí llevar una vida un poco menos lineal –un poco más aventurera, más agujereada, un poco más inexpresable, un poco más salvaje, un poco más real”. Porque “vivere non est necesse navigare necesse est”. Seis líneas bastan a Pascal Quignard para resumir el objetivo de este libro. Seis líneas que son una declaración de intenciones, seis líneas claras, concisas, rotundas, para un objetivo concreto: “este es el núcleo del argumento del libro que quisiera dedicar a la idea de biografía: los sueños no contienen la menor idea de causa. Los sueños están vivos. Los sueños vagan”.
Proteica, multiforme, inefable, solitaria, la obra de Pascal Quignard, heterodoxa, iconoclasta, rizomática, sería, si no existiese este libro, si Pascal Quignard no hubiese escrito La vida no es una biografía, la biografía más verosímil que un autor podrá llegar a escribir. Un libro sobre la lengua (“la lengua es una matriz y un paradigma”), un libro sobre los sueños (“los sueños son jirones vivos de nuestra vida casi siempre indescifrables”), un libro sobre la biografía (“La biografía es una ofrenda vana”), un libro sobre el cuerpo (“el cuerpo, el pobre cuerpo, el único cuerpo”). Su prosa es de una exuberancia que escapa a cualquier tentativa de formalización. Citas de Heráclito, de Séneca, de la Odisea, de la Tebaida, citas de citas que se imbrican, que se implican, que se replican. Hace tiempo que Quignard hiciera suyo el lema de los argonautas: “Un día decidí llevar una vida un poco menos lineal –un poco más aventurera, más agujereada, un poco más inexpresable, un poco más salvaje, un poco más real”. Porque “vivere non est necesse navigare necesse est”. Seis líneas bastan a Pascal Quignard para resumir el objetivo de este libro. Seis líneas que son una declaración de intenciones, seis líneas claras, concisas, rotundas, para un objetivo concreto: “este es el núcleo del argumento del libro que quisiera dedicar a la idea de biografía: los sueños no contienen la menor idea de causa. Los sueños están vivos. Los sueños vagan”.