Botonera

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21.4.20

II. "PARA RONDAR CASTILLOS", José Luis Márquez Núñez (coord.), Shangrila 2020



Apostilla
Kafka para iluminar el camino


Contes glacés, Roland Topor


En este universo sin progreso va a introducir Kafka la esperanza bajo una forma singular. A este respecto, El proceso y El castillo no marchan en el mismo sentido. Se completan. El insensible progreso que se puede advertir del uno al otro simboliza una conquista desmesurada en el orden de la evasión. El proceso plantea un problema que resuelve El castillo en cierta medida. El primero describe de acuerdo con un método casi científico y sin concluir. El segundo, en cierta medida, explica. El proceso diagnostica y El castillo imagina un tratamiento. Pero el remedio que se propone en él no cura. Lo único que hace es que la enfermedad entre en la vida normal. Ayuda a aceptarla. En cierto sentido (pensemos en Kiergkegaard) la hace querer. El agrimensor K no puede imaginar más preocupación que la que le roe. Aquellos mismos que le rodean se apasionan por ese vacío y ese dolor que no tiene nombre, como si el sufrimiento adquiriese en este caso un aspecto privilegiado. "Cómo te necesito -le dice Frieda a K-, cuán abandonada me siento, desde que te conozco, cuando no estás a mi lado". Este remedio sutil que nos hace amar lo que nos aplasta y que hace que nazca la esperanza en un mundo sin salida, este "salto" brusco mediante el cual todo cambia es el secreto de la revolución existencial y de El castillo mismo.


Albert Camus, en La esperanza y lo absurdo
en la obra de Franz Kafka, 1942.




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Para rondar castillos





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