Botonera

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29.4.20

XI. "PARA RONDAR CASTILLOS", José Luis Márquez Núñez (coord.), Shangrila 2020



Asedio a la fortaleza:
Suspense y A las nueve cada noche
José Francisco Montero



Suspense, Jack Clayton, 1961



La breve obra del cineasta británico Jack Clayton —siete largometrajes en treinta años— traza un recorrido ciertamente insólito. A pesar de realizar su formación profesional en los estudios de Alexander Korda ejerciendo como oscuro ayudante de dirección durante veinte años para directores como Michael Powell y Emeric Pressburger y de no pertenecer por tanto al círculo de los jóvenes y airados documentalistas que instauran en la cinematografía inglesa el Free Cinema, su primera película de larga duración, Un lugar en la cumbre (Room at the Top, 1958), basada en una novela de John Braine y realizada cuando Clayton contaba ya treinta y siete años, se ha considerado con frecuencia como el primer largometraje inscrito, aun con matices, en las coordenadas temáticas y formales de esta corriente de renovación —parcial: unas transformaciones que se produjeron más en los elementos semánticos que en los lingüísticos— del cine británico, al diseccionar los mecanismos del arribismo a través de un joven funcionario. No obstante, lo más preciso sería decir que, después de los cortometrajes documentales de Lindsay Anderson, Karel Reisz, Tony Richardson o Lorenza Mazetti, lo que de verdad inaugura el filme de Clayton es ante todo la integración industrial y por la vía de la ficción del movimiento.

Un protagonista el de Un lugar en la cumbre, pues, que trata de realizar el movimiento inverso al que ensaya el Free Cinema, que no es otro que el de descender a la realidad del proletariado, tradicionalmente desatendida por el cine inglés, salvo por algunos documentalistas como John Grierson y Humphrey Jennings unas décadas antes. Sin embargo, el resto de su ecléctica carrera discurre por derroteros bien distintos a los del Free Cinema, en ocasiones con la obra literaria de autores tan distintos como Penelope Mortimer, Francis Scott Fitzgerald o Ray Bradbury como punto de partida y alejado de los presupuestos “realistas” de su primera película, con la excepción muy relativa de Siempre estoy sola (The Pumpkin Eater, 1964).

Aunque es necesario precisar que esta última afirmación solo es mínimamente ajustada entendiendo el término “realismo” de forma muy superficial: veremos a continuación que su segundo largometraje, Suspense (The Innocents, 1961), apartándose de los signos más evidentes del realismo inglés —protagonistas de lo que se llamaba “clase trabajadora”, tramas dramáticas, crudeza de la narración y de la textura visual, compromiso con el presente de la sociedad inglesa…—, es también una lúcida y subterránea reflexión acerca de las posibilidades del realismo en el cine, a partir de una perspectiva más vasta y profunda en virtud de una noción que integra en el concepto no pocas ambigüedades: en la obra de Clayton la tensión entre lo visible y lo imaginario, entre las apariencias y lo fantasioso, articula no solo sus películas cercanas al fantástico sino también aquellas que podrían considerarse, en un sentido tradicional, más realistas.

Aunque, como ya se ha sugerido, la carrera de Clayton se resista con tenacidad a ser leída desde los presupuestos de la politique des auteurs, no por ello se dejan de encontrar en su obra intereses por algunos temas, tipos de personajes y escenarios. Entre estos últimos, Clayton parece sentir querencia por los espacios claustrofóbicos y las dos películas de las que nos ocupamos en este texto, Suspense y A las nueve cada noche (Our mother´s house, 1967), se desarrollan de forma casi completa en sendos castillos —el primero más o menos literal, el segundo metafórico: una casa de la que unos niños, cuya madre ha muerto recientemente, han hecho su castillo, una suerte de fortaleza frente al tiempo y la muerte—. La primera es la obra más conocida y prestigiosa del cineasta inglés, la segunda una de las más desconocidas. Ambas se sitúan, si bien desde posiciones idiosincrásicas, en el terreno del fantastique [...]



A las nueve cada noche, Jack Clayton, 1967





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