Botonera

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2.5.20

XV. "CLARICE LISPECTOR. ALGUIEN DIRÁ MI NOMBRE", Isabel Mercadé (coord.), Shangrila 2020



Una tal Clarice.
Afinidades y estrategias narrativas
excepcionales de Todos los cuentos
Ana Lozano / Antonia Cabanilles





[...] Estas isotopías semánticas, las “repeticiones de lo semejante”, que permiten relacionar los cuentos y que trazan unos recorridos de lectura en los que no son posibles los atajos, son la primera de las estrategias textuales desplegadas por Lispector en la que nos hemos querido detener. Pero su abanico es mucho más amplio.  Ahora queremos incidir en otra estrategia enunciativa, el pliegue textual, que también permite esta conexión, pero que la hace explícita en el interior del texto. Justamente en el cuento que acabamos de citar, “La salida del tren”, hallamos su mejor formulación. En primer lugar, porque el vínculo se establece con el cuento anterior, “La búsqueda de la dignidad”, y por tanto está marcado muy claramente para que sea reconocible, pero, sobre todo, porque va acompañado de un desdoblamiento, de otro pliegue textual, que afecta y cuestiona la identidad de las voces que narran. En este relato en tercera persona, la voz del narrador heterodiegético marca distancia con la narradora del cuento anterior, “una tal Clarice”, a quien convierte en personaje de este cuento gracias a su representación verbal. Al mismo tiempo convoca mediante la máscara del nombre propio y a través del juego de espejos, cuya profundidad, recordémoslo, “consiste en ser vacío” a una instancia narrativa superior:

La vieja era anónima como una gallina, como había dicho una tal Clarice, hablando de una vieja desvergonzada, enamorada de Roberto Carlos. Esa Clarice incomodaba. Hacía gritar a la vieja: ¡tiene! ¡que! ¡haber! ¡una! ¡puerta! ¡de saliiiiida! Y la había. Por ejemplo: la puerta de salida de esa vieja era el marido que volvería al día siguiente, eran personas conocidas, era su empleada, era la plegaria intensa y fructífera frente a la desesperación. Ángela se dijo como si se mordiera rabiosamente: tiene que haber una puerta de salida. Tanto para mí como para doña María Rita.

[...]









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