Botonera

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8.5.20

XXIV. "PARA RONDAR CASTILLOS", José Luis Márquez Núñez (coord.), Shangrila 2020



Caligrafías 11
Akira Kurosawa en los ojos de los que mueren




Akira Kurosawa: Vivir, 1952 / Ran, 1985 / Trono de sangre, 1957



Cineasta de la muerte, Kurosawa es también un cineasta de la vida. En cada uno de sus films el ser vivo se agita, lúcida e insensatamente, a veces haciendo incluso de su dolor una razón de vivir, y se agita para permanecer en la vida, por no fundirse con el fondo oscuro. Son raros los momentos de alegría en la obra kurosawiana, porque en ella no es tanto el gozo de vivir lo que sostiene a los personajes, sino el dolor mismo, un dolor aceptado y casi amado como la verdad que cada uno lleva dentro. Por algo sucede que no se pueda ver Barbarroja sin pensar en Dostoievski, ese autor que tanto ha leído Kurosawa. Porque la vida, ese fondo abisal de la vida, eso que "bulle y nos rodea por todas partes", era también para el autor ruso una perpetua agonía, un combate del ser vivo contra su fin próximo o lejano.


José DE LA COLINA, Miradas al cine




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