INTRODUCCIÓN
Cuando la editorial me propuso escribir un libro sobre una película que fuera especialmente de mi gusto, no lo dudé un momento. No consulté con la almohada. No hubo un minuto de silencio reflexivo: “Desearía escribir sobre Suspiria de Dario Argento”, les dije. Me fue adjudicada con el mismo entusiasmo que me movió a proponerla. Gracias por confiar en mí para una operación tan delicada; es muy gratificante que los editores conozcan en profundidad y amen lo que publican.
Quienes, como Banana Yoshimoto (1997: 7-11) y yo misma, tuvimos la suerte de ver Suspiria (1) en el momento de su estreno experimentamos una especie de iluminación. Había en ella algo que iba más allá del cine como arte o espectáculo. Era otro mundo y estaba a nuestra disposición, como en el caso de Federico Fellini desde Julieta de los espíritus (Giulietta degli spiriti, 1964). Teníamos a nuestro alcance la belleza inmarcesible, lo que nadie había visto hasta entonces, una nueva dimensión y una inmersión. No la creaban los espectadores. Era un monstruo autónomo que tiraba de nosotros hacia un paisaje infinito de visiones deliciosas y crueles. Luego vino Inferno (1980) a remachar aquel clavo ardiente y nos vimos deambulando por una pesadilla a la que nunca vamos a renunciar. Nos ha enseñado a bucear en el infierno. A esto se le llama cine de horror o cine fantástico, pero, en casos como los de Suspiria o Inferno, la nomenclatura de género se queda corta.
1. Literalmente, “los suspiros”. “Suspiria” es el plural de la palabra latina “suspirius” (“suspiro”).
Suspiria (1977) es la película de Dario Argento más apreciada, inagotable fuente de fantasía, belleza y crueldad. Con motivo del estreno de Suspiria de Luca Guadagnino (2018), remake del filme de Argento —basadas ambas en el guion de Dario Argento y Daria Nicolodi—, ha habido división de opiniones, como es habitual en esta clase de operaciones, en que se compara lo incomparable. ¿En qué se diferencian? ¿Cuál es mejor? ¡Vanas preguntas de cinéfilo! Hay quien ve la primera Suspiria como un intemporal cuento de hadas, y la secuela como un relato comprometido con la época contemporánea, con una importante carga de memoria histórica del nazismo; pero las preguntas están mal planteadas y no tienen respuesta. En estos textos trataremos de comprender y disfrutar de ambas obras, cada una en lo que es, sin caer en la tentación de superponerlas. No coinciden y de ello solo se obtiene un borrón. Por otro lado, hay que tener en cuenta que la Suspiria de Argento es la primera de una trilogía o tríptico, cuyos paneles conocen Guadagnino y su guionista a la perfección cuando diseñan su propia y personal obra, lo que supone, más que una ventaja, un desafío resbaladizo.
Dario Argento es autor y artesano cinematográfico de culto, venerado en la totalidad de su obra por fans inquebrantables, que omiten sus debilidades, y mirado de reojo por una presunta élite poco amiga de la fantasía y el horror. Hay quien adora a Argento y hay quien no lo soporta. Son dos visiones a nuestro entender no solo enfrentadas, sino equivocadas. Lejos de ser inmaculadamente objetivo, nuestro acercamiento al director a través de la Trilogía de las Madres está tocado por dos pasiones: la del cine y la de la cultura fantástica, ambas abiertas a cualquier propuesta que apueste por la calidad y no por los temas, las historias o las valoraciones académicas o por los fetichismos y los fenómenos de culto cinéfilo.
Por su parte, Luca Guadagnino es más joven y menos conocido que Argento. Los largometrajes que ha realizado hasta ahora —al margen de abundantes cortometrajes y publicidad de moda y diseño de alta gama para firmas tales como Fendi— son dramas sentimentales, menos proclives que la obra de Dario Argento a suscitar el apasionamiento de los fanáticos cinéfilos y el desdén de los ajenos a su mundo. Su Suspiria es vista por parte de la crítica como un reverso de la de Argento. Lo sea o no, trataremos de no caer en la trampa del remake y solo las pondremos en relación cuando proceda. Aunque hijas de un mismo tema, son dos películas diferentes y como tales deben ser tratadas, pues ni siquiera comparten la naturaleza de cine fantástico. Ambas hablan, al parecer, de lo mismo, pero sus mundos se desconocen entre sí.
Para este estudio nos hemos servido de la bibliografía listada, así como de gran número de entrevistas, memorias, guiones (2) e incluso de los relatos de ficción de Argento; pero lo que más nos ha ayudado a desentrañar e incluso a comprender el objeto de nuestro estudio ha sido el visionado atento y exhaustivo de sus obras, que comenzó en nuestra juventud, cuando Suspiria o Inferno vinieron para quedarse y nos impactaron con su indudable fascinación, atrapándonos para siempre. Analizadas con y sin banda sonora, como relatos con principio y fin o en secuencias autónomas, una y otra vez, van destilando su esencia sin perder su embrujo de auténtica obra de arte.
2. Los guiones originales de Suspiria e Inferno se encuentran en la biblioteca Luigi Chiarin del Centro Sperimentale di Cinematografia (Cineteca Nazionale, Roma).
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