Botonera

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19.11.20

VI. "EN LOS MÁRGENES DE LA HISTORIA DEL CINE. UN BLOG COMME LES AUTRES", Jesús Cortés, Valencia: Shangrila 2020.




DERIVADOS DEL ESTILO
Nobleza obliga (Leo McCarey, 1935)



Nobleza obliga (Leo McCarey, 1935)


Es fácil dejar volar la imaginación y pensar que la génesis de Nobleza obliga estuvo en el viaje que emprendieron por Europa dos escritores en 1905, Harry Leon Wilson y Booth Tarkington. Con trayectorias vitales y formativas, y se intuye que personalidades, muy diversas, parece sin embargo que, a raíz de ese periplo por el viejo continente, congeniaron y sacaron bastante en claro sobre el mundo y sobre una nueva visión de su propio país cuando ninguno de los dos estaba ya en edad de ser considerado un jovenzuelo maleable. No debieron quedarse con una impresión muy favorable, ni precisa, de lo que les decían o escuchaban de los estadounidenses allá por donde estuvieron, pero al menos les proporcionó un buen material para volver a empezar en París con una obra teatral de éxito que, más tarde, Cecil B. DeMille llevó al cine: The man from home (1914), ignota para quien esto escribe, pero parece que no del todo perdida. Fueron más sus obras conjuntas, repartidas en veinticinco años de amistad, cuando Tarkington se convirtió en un novelista de enorme prestigio y Wilson en un guionista de filmes de segunda fila o del final de la primera.

Para los cinéfilos, visto que de la más popular Sota, caballo y rey (Cameo kirby, John Ford, 1923) no se acuerda nadie, el nombre de Tarkington en solitario quedará asociado a una película mítica: El cuarto mandamiento (The magnificent Ambersons, Orson Welles, 1942), inspirada parcialmente –solo una de tres partes– en una de sus obras más descollantes. Ninguno de los dos, desde luego, contribuyó en exceso al género de la americana, y viendo su producción posterior, hay una falta latente de fe en sus compatriotas, tan legítima como quizá realista y producto lógico de la inteligencia. Pero al menos Wilson, empujado por las circunstancias, contempló otra posibilidad como fue la de mirar con ojos de comedia a los mismos asuntos. Veleidades del destino, este vehículo cómico que supone Nobleza obliga fue a parar a las manos del cineasta con más confianza en el ser humano de toda la historia del cine, Leo McCarey, que había salido más o menos indemne, entre otras odiseas, de una comedia con la insufrible Mae West y de una batalla con los Hermanos Marx que condujo a las capitulaciones de Sopa de ganso (Duck soup, 1933).

Si Nobleza obliga fuera una más de sus películas memorables, tendría escasa trascendencia la fuente y el momento, pero resulta que, con el extraño interludio de La vía láctea (The milky way, 1936) –que más que a Leo parece sensato adjudicar al discreto Norman Z. McLeod o a su propio hermano, aún más circunspecto, Ray–, es el comienzo de todo para Leo McCarey, o al menos la revelación de muchas cosas nuevas u optimizadas en su cine [...]





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