Botonera

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1.12.20

IV. "FACTICIDAD Y FICCIÓN. CINCO SECUENCIAS FOTOGRÁFICAS DE PERPETRACIÓN DE LA SHOAH", Anacleto Ferrer, Valencia: Shangrila 2020




1. FOTOGRAFÍA E HISTORIA



Portada de Le Monde Illustré del 5 de mayo de 1945. La fotografía es del capitán Edward Malindine, del ejército británico, y fue realizada en Bergen-Belsen el 17 o el 18 de abril de 1945.
Archivo privado.



En la mesa de edición
se transforma un balbuceo en retórica.
Harun Farocki


Totalidad

Lo que da a un hecho el carácter de acontecimiento es la materialidad de su inscripción, que, si bien es absolutamente imprescindible, es también necesariamente provisional. De las inscripciones que resisten las acometidas del tiempo depende la mayor o menor presencia del pasado en el presente y, con ello, el grado de veracidad atribuible a la historia. Pero la producción y la preservación de documentos han estado siempre condicionadas por el desarrollo y la aplicación de determinadas tecnologías: textos escritos en diferentes soportes, dibujos, pinturas o esculturas. 

Con la Revolución Industrial se produjo un enorme desarrollo de las ciencias y, a su socaire, surgieron diversas invenciones que influirían irrevocablemente en el rumbo de la historia moderna. La fotografía fue una de esas invenciones. El revolucionario mecanismo fotográfico de inscripción y registro de la realidad visible fue enseguida ensalzado por los discursos más influyentes en el siglo XIX y por sus herederos del XX a causa de sus novedosos atributos como fuente documental: el carácter mecánico, la precisión y exactitud mimética, la velocidad, la economía y la reproductibilidad, que le permitía hacer a partir de un mismo negativo multitud de copias, hicieron de la fotografía el recurso privilegiado para cualquiera que necesitase en su profesión exhibir muestras de rigor y fidelidad material. Con la fotografía «el mundo se tornó portátil e ilustrado» (Kossoy 2001: 22). Había nacido un procedimiento documental extraordinario, que ampliaba y perfeccionaba otras formas de registro histórico (Collingwood-Selby 2009: 97-108):

Puede decirse que memoria y pensamiento establecen una relación con la fotografía, en la medida en que dependen de la posibilidad de repetición, reproducción, cita e inscripción. Como la cámara, que pretende fijar un momento de la historia, el pensamiento desea apresar la historia con la ayuda de un concepto (la palabra Begriff, concepto, viene de begreifen, concebir, aprehender). […] Ambas, la historiografía y la fotografía, son medios para la investigación histórica. Que la tecnología fotográfica pertenezca a la fisonomía del pensamiento histórico significa que no puede haber una reflexión sobre la historia que no sea, al mismo tiempo, una reflexión sobre la fotografía (Cadava 2006: 21-22).

Hoy nadie duda de que, junto a los textos o los testimonios orales, las imágenes, que reflejan un testimonio ocular, son una forma importante de documento histórico. Las imágenes y los conceptos, la representación visual y la lingüística, la aprehensión y la comprensión desde la estética y la historia son el haz y el envés de una misma voluntad de apropiación de lo acontecido y de enunciación del acontecimiento no siempre exenta de desajustes. 

En Sobre el dolor, Ernst Jünger reconoce en 1934, año del congreso del Partido Nacionalsocialista en Núremberg filmado por Leni Riefenstahl en el Triunfo de la voluntad:

Allí donde hoy se produce un acontecimiento, siempre está rodeado de un cerco de objetivos fotográficos y de micrófonos e iluminado por las explosiones, parecidas a llamaradas, de los flashes. En muchos casos el propio acontecimiento pasa completamente a segundo plano en favor de la «transmisión», es decir, se convierte en gran medida en un objeto. Así es como conocemos ya juicios políticos, sesiones parlamentarias, competiciones deportivas cuyo único sentido consiste en ser objeto de una transmisión planetaria. El acontecimiento no se halla ligado ni a su espacio particular ni a su tiempo particular, ya que puede ser reflejado como en un espejo en todos los sitios y repetido tantas veces cuantas se quiera (Jünger 2003: 73).

En 1927, Siegfried Kracauer publicaba un artículo en el suplemento cultural de la Frankfurter Zeitung con el título de La Fotografía. El texto, compilado más tarde en El ornamento de la masa (1963), la definía como expresión de una práctica concreta de la moderna sociedad capitalista, en la que la intrusión en todos los aspectos de la vida de una forma pervertida de la razón, de carácter meramente instrumental y abstracto –a la que un par de años antes, en La novela policial. Un tratado filosófico, le había dado el nombre de ratio–, enajena a los seres humanos no solo de la esfera espiritual sino de cualquier forma de vinculación comunitaria [...]  




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