Botonera

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11.12.20

VI. "ANDRÉI TARKOVSKI Y LA CULTURA UNIVERSAL", Tamara Djermanovic / Olena Velykodna (coords.), Valencia: Shangrila 2020




REFERENCIAS LITERARIAS Y ESTÉTICS EN TARKOVSKI
Tamara Djermanovic


El espejo


Hijo, no es cine esto que tú haces.
Arseni Tarkovski a Andréi Tarkovski 
después del estreno de El espejo


Cuando Andréi Tarkovski llegó al examen de ingreso a el famoso Instituto Pansoviético de Cinematografía (VGIK) (1), Alexander Gordon recuerda cómo, debajo del brazo, llevaba Guerra y paz de Tolstói. El futuro cineasta, respecto a esta novela, luego contará:

Guerra y paz de Tolstói me la dio a leer por vez primera mi madre, cuando todavía era un niño. En años posteriores, citaba muchas veces largos fragmentos de esta novela, para dirigir mi atención hacia determinados detalles de la prosa de Tolstói. De esta manera, Guerra y paz pasó a ser para mí algo así como una escuela de arte, un criterio de buen gusto y de la profundidad artística. Después ya no he sido capaz de leer ninguna tentativa de crítica literaria, pues sencillamente me causa vómitos. (2)

1. El VGIK (Всесоюзный Государственный Институт Кинематографии), que se establece en 1919, se considera la más antigua escuela del arte cinematográfico al nivel mundial y sigue siendo una de las más prestigiosas. Tanto entonces como ahora, pueden entrar menos de diez estudiantes cada año al curso de realización cinematográfica, lo que supone una seria competición a la hora de poder matricularse.
2. TARKOVSKI, Andréi, Esculpir en el tiempo, Barcelona: Rialp, 2000, p.75.

Gordon, que entonces no conocía a Tarkovski, y que este mismo año se convertirá en su compañero de estudios y unos años más tarde en su cuñado (3), recuerda que el examen del VGIK era duro y difícil, pero que los dos tuvieron suerte de entrar y, además, estudiar con el maestro Mijaíl Romm. En aquel 1954, Andréi tenía veintitrés años y había regresado de un viaje a Siberia, donde su madre lo envió a trabajar en una expedición geológica, después de haber estudiado sin éxito lenguas orientales en la Universidad Estatal de Moscú. 

3. Alexander Gordon se casó con Marina Tarkovskaya, la única hermana de Andréi, en 1958.

Los amigos de la familia recuerdan que Andréi era un adolescente desobediente que se negaba a cumplir los deseos de su madre, siempre esforzada en desarrollar su interés por el arte. Pero el propio Tarkovski luego reivindicaba que estos años infantiles y el ambiente cultural que se respiraba en la familia eran la clave de su futuro desarrollo artístico. También es significativo que su padre, Arseni Tarkovski, fuera poeta, aunque prácticamente no publicado en la Rusia soviética y físicamente muy ausente de la vida de Andréi y de su hermana Marina después del divorcio de sus padres. Pero la madre, que toda la vida siguió enamorada de Arseni, les leía sus versos y esto –junto a la vida en medio de la naturaleza de los primeros años de su infancia– fue otro elemento clave que el futuro artista luego citaba como decisivo para desarrollar una visión de la vida más poética que realista. A pesar de la prosa de las circunstancias que le tocó vivir tanto en Rusia como en Occidente, Tarkovski conservó este don de rehuir de la realidad con los recursos artísticos.

A la hora de hacer cine, la educación literaria era para él tan importante como la cinematográfica. Todas sus películas están entretejidas con referencias a grandes obras de la literatura universal. En este contexto, dialoga con la tradición rusa –Dostoievski, Pushkin, Lérmontov, Gógol, Tolstói, Chejov y otros–, pero asimismo con la Biblia, la tragedia griega, Shakespeare, Cervantes, Goethe, etcétera.

Cuando murió en París, en diciembre de 1986, entre los títulos literarios que se proponía llevar a la pantalla –tal como había apuntado en una lista en su diario personal– se encontraban: José y sus hermanos, de Thomas Mann; El doble, Crimen y castigo, Adolescente, El idiota y La leyenda del gran inquisidor, de Dostoievski; El extranjero, de Camus; Hamlet y Macbeth, de Shakespeare; y El maestro y Margarita de Bulgákov. 

Continuador de una tradición artística como la rusa, Tarkovski entendía que no hay que contemplar por separado diversos campos de la creatividad artística. Cine, literatura, música, pintura eran para él solo diferentes caminos en “la búsqueda de la verdad”. Y la misión del verdadero artista no es reproducir la vida tal y como es, sino la mímesis a la que el arte debe añadir el ideal, que sale de la belleza del alma de quien la crea:

Pero así son las cosas en el arte: en la obra de un artista, la vida se refleja en el prisma de su percepción personal, se muestran en formas irrepetibles las diferentes caras de la realidad […]. Las obras de arte surgen del esfuerzo por expresar ideales éticos. Determinan la imaginación y la sensibilidad del artista. Si ama la vida, también siente la necesidad inaplazable de reconocer esa vida, de transformarla, de contribuir a que sea mejor. […] Un artista tiene que ser sincero. Necesita tener las manos limpias. (4)

4. TARKOVSKI, Esculpir en el tiempo, op. cit., pp.48 y 212.

Uno de los ejemplos que pone el cineasta cuando habla de estos temas es la novela Los hermanos Karamázov de Dostoievski [...]




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