4. SECUENCIA PRIMERA:
CONCENTRACIÓN Y TRÁNSITO
Plano del Campo de Westerbork
Mi estilográfica no dispone de una gama de matices
lo suficientemente impresionantes como para poder dar una
imagen veraz de lo que son esos trenes.
Etty Hillesum
El campo y las fotos
Emplazado en una inhóspita landa de la poco poblada provincia de Drenthe, a doce kilómetros de la población que le da nombre, el campo de Westerbork fue construido en 1939 por el gobierno holandés como centro de acogida para apátridas y refugiados judíos que huían de la Alemania hitleriana después de la Noche de los Cristales Rotos, del 9 al 10 de noviembre de 1938. Gran parte de la población autóctona desconocía su existencia.
El primero de julio de 1942, dos años después de que los nazis hubiesen invadido Holanda, el campo, cuya población aún era en gran medida veterana de la primera oleada migratoria, pasó bajo el control de las autoridades de Ocupación a convertirse en un campo de tránsito policial (Polizeiliches Durchgangslager) para judíos, gitanos y opositores neerlandeses. Entre su transformación en campo de concentración y su liberación el 12 de abril de 1945, por la segunda división de infantería canadiense, pasaron por él unos 107.000 prisioneros judíos. A mediados de mayo de 1944 llegaron allí unos 500 gitanos procedentes en su mayoría de la provincia de Limburg, de los cuales fueron deportados a Auschwitz 254 en el transporte, filmográficamente documentado, del 19 de mayo. La mayoría de ellos murieron asesinados en los Lager del Este (Haan 2004: 37).
Se calcula que desde los andenes de Westerbork partieron, un miércoles tras otro, más de 100 convoyes en dirección a Auschwitz, donde, entre muchas otras personas, murieron Etty Hillesum y Edith, la madre de Ana Frank; a Bergen-Belsen, donde fueron llevadas en octubre de 1944 Ana y su hermana Margot y donde fallecieron de tifus en marzo del año siguiente; a Theresienstadt, a Sobibor y a Treblinka.
Pero, no aceleremos el curso de los acontecimientos.
Para los judíos holandeses, el largo viaje hacia el horror comenzó en octubre del 42 en un asentamiento ya organizado y autogestionado por los refugiados alemanes, que en el momento de la transferencia del campo a las autoridades nazis sumaban alrededor de 1.500 (Haan 2004: 44). Cuando las SS asumieron la dirección central, reforzaron dicha autogestión delegando en sus jerarquías los servicios de funcionamiento, entre los que se encontraba la provisión de las listas de deportables. A los ojos de los judíos holandeses los experimentados judíos alemanes constituían la aristocracia de Westerbork. En ese contexto, el jefe del servicio de orden judío (Ordnungsdienst), Kurt Schlesinger, era percibido como una especie de virrey. A finales de diciembre de ese año, Etty Hillesum, que se convertirá gracias a su diario y a su epistolario en la cronista minuciosa y reflexiva de lo que allí acaece, explica su desconcierto en una carta:
Ahora me veo en un aprieto, pues no sé muy bien qué podría relatarles sobre la vida en Westerbork.
En verano fui allí por primera vez. Hasta ese momento todo lo que yo sabía de Drenthe es que era una región donde había dólmenes. Y hete aquí que me encuentro un pueblo hecho de casitas de madera, situado entre el cielo y la tierra, con un campo de altramuces de un amarillo intenso en su centro y rodeado de alambradas. Allí hay miles de almas. A decir verdad yo nunca había sabido que en el campo de Drenthe se hallaban emigrantes alemanes, retenidos desde hacía ya cuatro años. En aquel tiempo estaba demasiado concentrada en las colectas para los niños españoles y chinos.
Los primeros días allá me movía como quien trajina entre las páginas de un libro de historias. Conocí gente que ya había estado en Buchenwald o en Dachau en un momento en que todo eso no era para nosotros más que una realidad tan lejana como amenazadora.
[…] En aquel verano de 1942 –parece que fue hace años; en poco tiempo ocurrieron más cosas de las que pueden asimilar unos meses– la pequeña colonia sufrió una convulsión estremecedora: los antiguos ocupantes del campo asistieron estupefactos a la deportación masiva de judíos procedentes de Holanda hacia el Este de Europa (Hillesum 2016: 46-47).
El 13 de octubre, a poco de empezar las deportaciones desde Ámsterdam, asume la comandancia del campo Albert Konrad Gemmeker, Obersturmführer de las SS, un hombre joven (había nacido en 1907), vanidoso, inflexible, de gustos bastante refinados y nada brutal en su trabajo, más aún si se le compara con el violento y alcohólico Josef Hugo Dischner, que le había antecedido.
En febrero de 1942 es arrestado en Utrech e internado en Westerbork Rudolf Werner Breslauer, un fotógrafo oriundo de Leipzig y formado en la Academia de Bellas Artes de Múnich que había huido en 1938 con su esposa y sus tres hijos a Holanda. Al ingresar, es destinado por su profesión a las tareas de identificación de los recién llegados. Una vez allí, siguiendo el ejemplo de otros artistas internados en el campo, trata de asegurarse una zona de cierto confort acorde con sus habilidades y capacidades operativas, de modo que solicita permiso para fotografiar todas las manifestaciones de la vida cotidiana de un campo que está en plena transformación, expandiéndose a marchas forzadas. La autorización no solo se le concede, sino que además se le proporciona una cámara compacta de la marca Leica. La «campaña fotográfica» de Breslauer comienza a finales de 1942 y concluye probablemente un año más tarde, cuando el autor compila una selección de las tomas en un álbum que actualmente se conserva en el museo de Yad Vashem «como si se tratara de un álbum personal de Gemmeker». La serie consta de 221 imágenes (Ottai 2020: 140).
El Lager de Westerbork era una ciudad completa. Además de escuela y oficina de correos, tenía tienda (Lagerwarenhaus) y cantina (Lagerkantine), donde se podía pagar con los billetes que el propio campo expedía. Se organizaban actividades recreativas: proyecciones de cine, deportes, música, baile y cabaret. Este último instituido por el Gruppe Bühne, la compañía teatral formada para la ocasión por profesionales de la escena de primer nivel llegados al campo a mediados de 1943, provenientes originariamente en su mayoría de los clubes de Berlín. Esparcimiento y muerte se suceden en Westerbork con exactitud teutona. Cada martes, en la sala grande, se ultiman los preparativos necesarios para permitir la partida hacia el Este prevista para la mañana siguiente, al tiempo que se la acicala para la representación teatral que tendrá lugar por la tarde.
Al principio, se podían celebrar también las festividades judías y holandesas, pero en diciembre de 1943 fueron prohibidas por Gemmeker. A todo esto, hay que añadir un hospital de 1.700 camas que empleaba a un millar de sanitarios y un crematorio (Ido de Haan 2004: 47). En una carta de finales de diciembre de 1942, Etty Hillesum describe la «naturaleza ambigua» de Westerbok:
Por un lado, se va formando una sociedad estable, si bien es cierto que forzada, pero que reúne pese a todo los elementos con que debe contar una comunidad humana. Por otro lado, es un simple campamento concebido para un pueblo de paso y continuamente conmocionado con cada amago de noticias llegadas de las grandes ciudades y de la provincia, de las casas de reposo, de las cárceles o de los campos penitenciarios, de cualquier sitio y agujero del país. Son noticias en las que se afirma que serán deportados días más tarde y esa vez hacia un destino desconocido (Hillesum 2016: 50-51).
En su reportaje, Breslauer dirige el objetivo de la Leica a la mayoría de las actividades de Westerbork. Se fija en el trabajo que transforma en poco tiempo la fisonomía esteparia de la landa:
Prisioneros trabajando en el tendido del ramal ferroviario del campo. Yad Vashem.
The World Holocaust Remembrance Center. Álbum de Gemmeker FA29 / 14.
[...]
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