Botonera

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19.2.21

IX. "ENTRE ADOQUINES: CINE Y MAYO 68", Manuel Vidal Estévez, Valencia: Shangrila 2021

 

Los Estados Generales:
un delirio insurgente





Los llamados Estados Generales del Cine Francés (EGCF) patentizan los acontecimientos de Mayo-68 en el mundo del cine. Es el nombre que recibió la asamblea en la que se reunieron los profesionales, sindicados o no, y los estudiantes de cine, para ponerse a la altura de cuanto acontecía en las calles. Se constituyeron el 17 de mayo, quince días después de que se cerrara la universidad de Nanterre, una semana más tarde de la aparición de las barricadas en el Barrio Latino de París y cuatro días después de la gran manifestación, de más de un millón de personas, que avaló la huelga general convocada por los sindicatos para protestar contra la represión policial. No puede afirmarse, por lo tanto, que fueran muy tempraneros y precoces. Más bien lo contrario. A lo sumo se les puede considerar, en efecto, como “una emanación de la ola de protestas y reivindicaciones que moviliza al conjunto del país”. (101)

101. LAYERLE, Sébastien, Caméras en lutte en mai 68, op. cit., p.36.

Técnicos de todas las especialidades, estudiantes y críticos de cine fantasearon con ellos su propia revolución. De ahí su denominación: en honor, o referencia mítica, de aquellos otros que, reunidos en mayo de 1789 en Versalles, dieron inicio a la Revolución Francesa. Pero a diferencia de estos, que habían llegado precedidos por innumerables tensiones entre el absolutismo monárquico y el ansia generalizada de reformas, los de 1968 parecieran solo auparse sobre el pueril optimismo provocado por la victoria en el affaire Langlois y la euforia desatada al calor de las barricadas. Ciertamente que no era la primera vez que el cine francés se movilizaba. En la inmediata postguerra lo había hecho a raíz de los acuerdos Blum-Byrnes, con los que el gobierno francés preveía la amortización de la deuda con Estados Unidos a cambio de abrir el mercado a los productos americanos. Asimismo las protestas contra la censura de la película de Jacques Rivette, La religiosa (1966), y la cerrada defensa en torno a Henri Langlois, fueron sin duda hitos importantes de una súbita politización. Pero de ahí a pensar que el mundo del cine contenía en su seno un indudable potencial revolucionario a la espera de pasar al acto solo pudo ser delirio si no pura y simple ceguera. Salvo las citadas, el cine francés no había protagonizado otras memorables movilizaciones.

La suspensión del Festival de Cannes el 19 de mayo queda como su mayor logro inmediato. Su banderín mítico inexcusable. Si dos siglos atrás se tomara la Bastilla, ahora se había tomado el Palacio del Festival. De no ser por ello, acaso ni siquiera hubiesen traspasado las fronteras del Hexágono. Pero gracias a ello, los EGCF obtuvieron una resonancia internacional. Se hicieron fotos, muchas fotos, que, como le gusta a los periodistas repetir, dieron la vuelta al mundo. Y que son las que vuelven a publicarse cuando se trata de aniversarios o evocaciones. Se visualizaron así protagonistas que ni muchísimo menos lo eran. Y se desplegó no poca mitología [...]

[...] El viernes 10 de mayo, el Festival de Cannes había comenzado. Una copia restaurada de Lo que el viento se llevó (Gone with the the wind, 1939), de Victor Fleming, lo había inaugurado. Roger Favre-Le Bret, su máximo responsable, permanecía ajeno a lo que acontecía en las calles de París. El festival seguía su curso sin que su desarrollo se viese afectado ni por el cierre de Nanterre, ni por la masiva ocupación policial del Barrio Latino, ni por la solidaridad expresada por numerosos intelectuales, y ni siquiera por la gran manifestación del 13 de mayo. El palacio del festival, no obstante, es asediado por estudiantes de Cannes y de Niza, quienes alentados por los militantes del Movimiento 22 de marzo y organizados en torno a la UNEF, protestan contra la celebración del festival. El sábado 11, la Asociación de la crítica de cine y televisión hace circular una octavilla en la que se llama a la movilización de “los miembros de la profesión cinematográfica” y se demanda el cierre del festival. Pero la dirección se niega a oír sus requerimientos. No obstante, en consonancia con el movimiento de huelga nacional y las demandas de los estudiantes, consiguen que se interrumpan las proyecciones durante las veinticuatro horas del lunes 13 de mayo, aunque no así las del mercado del film. Muchos de los invitados al Festival se suman a las manifestaciones de Cannes y Niza. Las proyecciones de Pippermint Frappé (1967) de Carlos Saura, y Trilogy (1968), de Frank Perry, previstas para ese día, son aplazadas al día 18.

Entre el 11 y el 13 –nos cuenta Antoine de Baecque– François Truffaut visita Cannes con el fin de preparar dos actos en los que está especialmente interesado. Ambos debían celebrarse el sábado 18: el primero es una conferencia de prensa, presidida por Alain Resnais, sobre la acción del Comité de defensa de la Cinemateca; y en el segundo, presidirá, junto a Henri Langlois, un homenaje a la memoria de Georges Sadoul (1904-1967), el historiador comunista fallecido siete meses antes. «Pero dada la amplitud de la huelga general y las primeras ocupaciones de fábricas, Truffaut aconseja a Robert Favre-Lebret interrumpir pura y simplemente el festival. Pero Favre-Le Bret se niega. Truffaut regresa entonces a París para proseguir con Agnès Guillemot el montaje de Besos robados». (104)

104. BAECQUE, Antoine de; TOUBIANA, Serge, François Truffaut, op. cit., p.474.

Al día siguiente, el 14, el Festival retorna a la normalidad y sus proyecciones prosiguen. No obstante, las protestas se acrecientan. Se sabe lo que sucede en París con los alumnos de la ENPC y del IDHEC, que han ocupado los locales de sus escuelas. Muchos de los presentes dudan acerca de qué hacer: boicotearlo o, simplemente, abandonarlo. Algunos de los cineastas presentes, Louis Malle, Claude Lelouch, Jean-Gabriel Albicoco, Claude Berri, Alain Resnais, Roman Polanski, y también los checos Milos Forman y Jean Nemec, el inglés Richard Lester y el español Carlos Saura, contemplan, la posibilidad de retirar sus películas de la competición, pedir la dimisión de todos los jurados e interrumpir el Festival por solidaridad con los estudiantes. Pero nada de ello se lleva a cabo hasta el día 18, sábado, una vez que los Estados Generales del Cine, reunidos, en la Asamblea General del 17 en la ENPC, envíen a Cannes una delegación solicitando la inmediata suspensión del Festival.

Solo entonces, cineastas, periodistas y tutti quanti, ocupan la sala del Palacio e interrumpen las proyecciones. «En una algarabía indescriptible, todo el mundo –cineastas ocupantes, críticos atronadores y público presente para ver la sesión de Pippermint Frappé, de Saura– esperan las decisiones de la dirección del Festival y del jurado. En un primer momento, Favre-Le Bret propone mantener las proyecciones pero en el marco de un “Festival no competitivo”. Los más radicales se niegan. Otros desean que la película se proyecte. Pero son muchos los que entonces se plantan, asaltan el proscenio, se cuelgan de las cortinas para impedir que se abran, ocupan el escenario y se enfrentan a quienes prefieren que se proyecte la película. El suceso propicia muchas de esas fotografías que los periódicos de todo el mundo mostrarán en primera página. Al día siguiente, domingo 19, al mediodía, Roger Favre-Le Bret, considera que es imposible seguir con el Festival y anuncia su cierre». (105) [...]

105. ARTIÈRES, Philippe; ZANCARINE-FOURNEL, Michelle, 68. Une Histoire Collective (1962-1981), París: Editions La Decouverte, 2008, p.319.






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