Botonera

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16.10.21

VI. "PINTORES DE LA VIDA MODERNA", de Alberto Ruiz de Samaniego, Valencia: Shangrila 2021




FRENHOFER Y LA MUJER DEL CUADRO


J. H. Füssli, La desesperación del artista ante la grandeza de las ruinas antiguas, 1778-1780




En las tumbas egipcias de hacia el año 4000 a. C se encuentran unas curiosas figuras de los servidores del cadáver modeladas sin pies. Parece ser que se hacían precisamente así para que no huyesen y dejasen desamparado a su señor. De una forma un tanto inesperada –aunque no del todo inmotivada, como trataré de demostrar–, este dato me remitió al famoso relato de Balzac titulado La obra maestra desconocida.

Recordemos: en La obra maestra desconocida Balzac escribe que, en el cuadro del anciano pintor Frenhofer, tras diez años de trabajo encarnizado, finalmente ya solo podía distinguirse un pie femenino, milagrosamente salvado del naufragio de la imagen. Merece la pena que citemos el pasaje en el que Poussin, testigo del acontecimiento de la revelación del presunto cuadro junto con el pintor Porbus, le comenta a este:
 
- El viejo lansquenete se burla de nosotros. Yo no veo ahí más que colores confusamente aglomerados y contenidos por una multitud de líneas extrañas que forman una muralla de pintura.
- Nos estamos equivocando, mirad –repuso Porbus. Acercándose, distinguieron, en un rincón del lienzo la punta de un pie desnudo que salía de aquel caos de colores, de tonos, de matices indecisos, especie de bruma sin forma: ¡pero era un pie delicioso, un pie vivo! Quedaron petrificados de admiración ante aquel fragmento salvado de una increíble, de una lenta destrucción. Aquel pie aparecía allí como el torso de alguna Venus en mármol de Paros que surgiera de entre los escombros de una ciudad incendiada. (Trad. de José Escué)

Ese pie salvado de la aniquilación, ¿será señal de una milagrosa ascensión, la desaparición pura de un ser que al fin se evade, como las figuras de un misterio místico y barroco? ¿O más bien el último vestigio de algo soberbio que existió, pero ya no está, como el pie soberano que por ejemplo pinta Füssli, en su conocido dibujo La desesperación del artista ante la grandeza de las ruinas antiguas?

Ruina o naufragio, destrucción, escombros, todo parece conducirnos a la misma impresión lastimosa que el desvelamiento del cuadro ha provocado en Porbus y Poussin. Pero, como ellos, más bien deberíamos decir que, de no ser por este pie que, literalmente, sostiene el caos pictórico, toda la imagen se derrumbaría en aquella especie de niebla informe que ha acabado por emerger del lienzo de Frenhofer tras tantos años de esfuerzo; quizás por esta porfía, precisamente. Pues ese pie, en efecto, no solo constituye un pie delicioso, sino –casi diríamos– un pie vivo. En realidad lo único vivo de la pintura; o al menos, un pie que permite vivir [...]





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