Botonera

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27.11.21

XX. "VÉRTIGO. DESEO DE CAER", Valencia: Shangrila 2021




CAÍDA LIBRE


IGNACIO CASTRO REY






[...] Se nos sigue llenando la boca con las palabras interdependencia, diálogo, reconocimiento, globalidad, cobertura, información y nuevas tecnologías. Bajo esta espuma cultural, en inconfesables momentos cruciales seguimos estando tan solos como hace mil años. Incluso más, pues hemos perdido potencia muscular e intelectual para los conflictos primarios. Las facilidades nos despistan, desarmándonos gradualmente. Las dificultades nos entrenan en la aspereza, una senda escarpada que tarde o temprano tendremos que afrontar. Al menos nuestros antepasados no se hacían ilusiones en cuanto a la salvación que podía provenir de una sociedad hoy divinizada. Nosotros nos pasamos la vida mirando hacia lo político, lo estatal y tecnológico, como si todo eso encarnase un nuevo dios que puede hacerse cargo de nuestros temores más íntimos. Cuando estos llegan, con toda su crudeza arcaica, apenas tenemos armas para afrontarlos. De ahí que sea vital volver sobre algunas sabidurías que han sido un depósito medicinal para emergencias, para sobrevivir con instrumentos tan primarios que apenas tienen reconocimiento en el espectáculo del progreso.

También habría que preguntarse qué clase de sociedad necesita a un Handke, a un Walser, a un Hrabal. Qué tipo de dureza de vuelta, de inversión, encierra una literatura donde hemos depositado una capacidad muscular para la violencia que el resto de la sociedad ha decidido ignorar. De géneros muy distintos, desde la narración breve y el ensayo a la poesía, sería muy útil repasar unos pocos libros que siguen encerrando un enorme potencial para armarnos en una vida que, digan lo que digan los nuevos mandarines, seguirá siendo peligrosa.

¿Queda algo de una épica, una violencia que todavía podría salvarnos de esta interminable serie de salvadores que nos maltrata con una protección obligada? Necesitamos algo tóxico, de otro modo entramos en una vía de positividad letal. Es clave otra vez un arte de las dosis, lograr un veneno mezclado con los bienes. No podemos compensar la usura del control, que envuelve como un líquido amniótico nuestros entornos gentrificados, con el suicidio del descontrol, una caída que no ha abrazado antes su centro de gravedad. Si no hay más que armas, es urgente que cada quién busque las suyas, para poder luchar contra una neurosis de seguridad y salud intrínsecamente impotentes.





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