Botonera

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17.11.22

XI. "PÁJAROS", Revista Shangrila nº 41, Pasión Rivière (coord.), Valencia: Shangrila, 2022




TEMPERAMENTO AÉREO,
UN CAMPO DE COLISIONES
(Fragmento inicial)

Joël Mestre Froissard


Joël Mestre, El paisaje de los diálogos (1995)
Temple vinílico sobre loneta, 150 x 195 cm. Colección de arte BBVA (Madrid)



Joël Mestre, Niebla, 2016
https://www.youtube.com/watch?v=Xwm7XMQBwF0



Como si de una pintura se tratara, conservo en este enlace un pequeño experimento que grabamos hace unos años, mi hijo y yo, pilotando un dron. Nuestra escasa pericia en el pilotaje –sobre todo la mía–, muestran el comportamiento más torpe, irracional y salvaje de este animal mecánico. Si hubiera algún pájaro absurdo –cosa que dudo–, quizá este fuera su parangón. La grabación tuvo lugar en un paraje de montaña en la provincia de Teruel. La niebla nos sorprendió durante el paseo y la lejanía se tornó en ceguera. Un objeto volador deambula a pocos metros del suelo, intentando estabilizar su vuelo y seguir como puede al pequeño grupo que le acompaña, pero apenas lo consigue; los cambios bruscos de dirección, los tropiezos y las continuas colisiones hacen casi imposible su seguimiento. Acaso la ralentización de algunas escenas y el montaje es lo único que consiguen serenar esta ciénaga narrativa. Pequeños anclajes: un techo arbóreo de pinos y sabinas, un camino, dos personas y mucha niebla, un escenario borroso, oblicuo e inestable, por momentos abstracto e incomprensible; el experimento concluye con un dron casi domado. En el último segundo una mirada sorprende a la pequeña bestia, cuando su vuelo parece menos torpe, más rasante, y la amenaza más obvia. Aquellos días volamos el dron en distintos lugares. En lo alto de un cinglo los buitres observaron perplejos y con desconfianza el ruidoso artefacto. Al atardecer coincidimos con un gran rebaño de ovejas, casi un centenar; el perro pastor persiguió al dron hasta echarlo de su dominio, estaba desorientando a su rebaño y usurpando claramente su labor. Aquel dron no ha vuelto a volar desde entonces, sigue recapacitando acerca de sus funciones. 

Cuanta energía consumida, nos decimos. Un vuelo axial que va y vuelve para comprobar no sabemos qué; si para afianzar sus habilidades o confirmar las evidencias. El dron, como el pájaro se muestra temeroso, pero tampoco se amilana. Decía Saint-John Perse de los pájaros que su gracia reside en la combustión, no como algo simbólico sino absolutamente biológico. Entre un colibrí y un quebrantahuesos no hay demasiadas diferencias en este sentido, su energía aplicada nos abruma y desconcierta, su forma ardiente de vida nos resulta atractiva, nos transporta a una dimensión arcana, remota y monstruosa, como decía Alberto Savinio [1] a propósito del pintor Arnold Böcklin, un icarista que exploró muchos niveles del vuelo figurado y físico, absolutamente convencido de que la pintura tenía profundas analogías con ese temperamento aéreo que inspira la escena y evoca el viaje inmóvil.

1. SAVINIO, Alberto (1942), Contad, hombres, vuestra historia, Madrid: Siruela, 1991, p.44.

Que difícil resulta aceptar esa evolución antediluviana de las aves, de dinosaurio reptil y emplumado a esa animalidad tan sofisticada y frágil que desde hace siglos nos conmueve. El proceso de miniaturización sostenida no impidió que el cerebro de los pájaros mantuviera una sorprendente sinapsis, generando conductas con las que siempre quedamos fascinados, ya sea por su curiosidad, por su ingenio o sus habilidades cognitivas. Si bien la representación animal y antropomórfica ha sido un modelo muy elocuente a la hora de resolver esa fractura de aparente incomunicación con otras especies animales, con ella se ha conseguido en muchas ocasiones humanizar al monstruo más que bestializar al hombre. Para la pintura de Alberto Savinio, por ejemplo, el “cambio de cara” no era un acto irracional, un proceso de monstruosidad injustificada o milagro, sino la consecuencia de algo: premio o punición. Tal vez la expresión poética de un “descubrimiento” psicológico. [2] De ese darwinismo metafísico [3] hay una incalculable producción artística, prueba de que se ha explorado esa facultad perdida o instinto con el que observamos y nos acercamos a las cosas de un modo diferente. La presencia en la pintura de un pájaro, ser alado o artefacto volador parece el antídoto a la desesperación que tantas veces envuelve al pintor en su frenética huida de un mundo que le abruma y quiere comprender. Alejarse, tomar impulso y distancia de los acontecimientos ayuda a la comprensión y es la estrategia más compleja de resolver para el artista. La actualidad es en ocasiones un material peligroso y abominable, aunque nunca dejan de trazarse puentes con ella, mecanismos que permitan procesar el origen y sentido de lo que acontece en cualquier obra. La decepción de este mundo nos lleva a explorar la creencia de que la animalidad puede trasladarnos a un mundo mejor, o por lo menos más primigenio, desde el que poder corregir nuestros errores o divisar con más nitidez la pureza de cualquier acontecimiento. Asociamos el vuelo a ese impulso que nos eleva sobre la tierra y nos aleja temporalmente de la normalidad, pero que también nos da perspectiva panorámica y conocimiento, una emoción de sublimidad y grandeza. El punto de vista imaginario debe conseguir que la imagen presente nos haga pensar en una imagen ausente, del mismo modo que la imagen ocasional nos proporciona toda una provisión de imágenes aberrantes. [4] Precisamente, modificando la atención sobre los objetos, en esa desviación de lo que se considera normal, natural, correcto o lícito, hay un curioso potencial metáforico. La intuición nos lleva a menudo a explorar este tipo de colisiones entre un proceso poético y otro lógico y mecánico. Por esta vía investigadora, la pintura o la literatura, incluso la ciencia, crean y descubren un territorio impuro, una zona mutante llena de sorpresas y hallazgos. [5]

2. SAVINIO, Alberto (1977), Torre di guardia, Palermo: Sellerio, 1993, p.95.

3. FAGIOLLO DELL’ARCO, Maurizio, Alberto Savinio, Milano: Fabbri, 1989, p.18.

4. BACHELARD, Gaston (1950), El arte y los sueños, México: Fondo de cultura económica, 2017, p.9.

5. FERNÁNDEZ MALLO, A., Postpoesia, Barcelona: Anagrama, 2009, p.119.

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