KORE
[Fragmento inicial]
Carmen Pinedo Herrero
Acrolitos de Deméter y Kore
A Chus Pato.
Le hablé de aquellas tardes de verano, cuando entre danza y juego, recogíamos flores silvestres. Éramos niñas, también niños. Creo que eso último, lo de los niños, no se lo dije, pero le conté que el aire olía a pinos, a tomillo y a romero. Había una pequeña loma y, en lo alto, una ruinosa casa de piedra. Solía ser allí, en esa cuesta pedregosa, donde raptaban a Kore y una serpiente mordía a Eurídice. Esto sucedía muchas tardes, cada verano –el rapto de una, la mordedura de la serpiente en el pie de la otra… Hacía calor, el aire zumbaba y vibraba un poco. Eso le dije y pensé: “no me ha entendido, no ha podido entenderme”, y después supe que sí me había entendido, y no solo ella, también su amiga. Contaron de las flores de la pasión que recogían con Kore, Eurídice y los otros chiquillos en el jardín de la estación, hasta donde les llevaba el tranvía; contaron de las moras maduras. Me alegré. Ellas habían reconocido el lugar, los olores; recordaban el grito. Todo podía suceder una vez más.
*
La hija: Kore (tal vez la recordéis como Proserpina). La madre: Deméter (Ceres). El yerno: Hades (Plutón). A la madre la imaginamos más como Demetria, una mujer vestida de negro en un pueblo blanco, que recorre las calles y los campos, que llama a voces a la hija y golpea furiosa las puertas de las casas, abridme, decidme si visteis a mi niña… Demetria, mater dolorosa, grita y llora; se encoleriza cuando le dicen “se la llevaron”. ¿Queréis saber cómo es la furia de Demetria? Escuchad a la Reina de la Noche en La flauta mágica; escuchad a la madre en su pueblo de casas blancas, en sus campos de cereal y olivos. No habrá más pan, más risa, si se la llevaron: es lamento, es aviso, es amenaza. Después vendrán las componendas y, con ellas, el pan.
¿Pero Hades se llevó a Kore? No. La muchacha se escurrió entre sus dedos como agua, como arena. Se evaporó en el aire cálido, en los olores que la brisa y la luz del sol despertaban en la hierba. Fue Perséfone quien acompañó al raptor y se convirtió en su esposa.
¿Y Kore? ¿Qué fue de ella? Podemos contentarnos con decir que se transformó en Perséfone. Esta es la versión aceptada por todos. Pero también podemos pensar que la metamorfosis fue un desdoblamiento: de Kore surgió Perséfone, la mujer que con el hombre descendió a lo oscuro; al mismo tiempo, Kore siguió siendo Kore y, aunque durante una parte del año permaneciese invisible, perduró en su luminosa levedad.
*
Así pues, para que los humanos no mueran de hambre, el tiempo se reparte entre la madre y el marido. No sabemos si, en medio de esos dos pesos pesados, Perséfone puede reservar algo para sí misma. También nos preguntamos cuáles son sus temas de conversación cuando madre e hija se reúnen. Imaginamos que no mencionan a Kore. Como si nunca hubiese existido. ¿Perséfone la recuerda –se recuerda– con una pizca de nostalgia o de impaciencia o, simplemente, la olvidó –se olvidó–? ¿Es Demetria quien añora a aquella chiquilla? Acaso se aburre un poco con esta hija crecida, tan formal, tan puesta en su papel de reina –la reina del hogar, reina de los infiernos. Aunque tal vez, no estamos seguros de ello, quien regresa año tras año no es la seria y contenida Perséfone sino la renacida Kore, siempre un “antes de”, un “como si no hubiese sucedido”, porque, en realidad, es antes de y nada ha sucedido aún, y Demetria, la tierra, la vegetación y los animales se regocijan mientras Hades suspira porque la que ahora está ausente, ni con él ni con la madre, es Perséfone. Es una, son dos, tres, muchas a la vez, pero parece ser que no al mismo tiempo en el mismo lugar.
¿Son muchas? ¿O son los diferentes aspectos de una sola? No Kore o Perséfone, ni tampoco una antes y otra después. No hay antes, no hay después, solo diversas facetas simultáneas. “La única está siempre desdoblada”. (1) La madre y la hija también son la misma persona. Y muchas más.
1. CALASSO, Roberto, El cazador celeste, Madrid: Anagrama, 2020.
Tal vez sea solo una, vertiginosa y simultáneamente otras.
Pero así, nos dicen, es la realidad.
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