Botonera

--------------------------------------------------------------

22.5.23

XI. "UNA VUELTA MÁS", REVISTA SHANGRILA Nº 42-43, Valencia: Shangrila, 2023.




SOBRE UN ARTE OLVIDADO
[Fragmento inicial]

Javier Oliva


Vorágine (Whirlpool, Otto Preminger, 1950)



En un texto publicado en 2022, Michel Mourlet parafraseaba las palabras de Malraux sobre el gaullismo para afirmar que “todo el mundo ha sido, es o será mac-mahoniano”. Si esto es cierto, habría que precisar que al sur de los Pirineos hemos sido, somos o seremos mac-mahonianos sin saberlo: pese a la labor de difusión de la revista Lumière, el movimiento sigue siendo poco conocido en España. Este artículo pretende ser una introducción a su estética, tal como se expone en el manifiesto Sobre un arte ignorado escrito por Mourlet.

No se tratará aquí en primer término de autores o películas concretas, aunque los descubrimientos críticos de los mac-mahonianos no son uno de sus méritos menores. El propio Mourlet advertía en 1987 que “la batalla por las películas que defendí se ha ganado superando mis expectativas, pero la manera de abordar el cine no me parece que haya evolucionado nada”. No se pretende, tampoco, una aproximación histórica al texto de Mourlet como expresión de una determinada concepción de la cinefilia, sino leerlo desde el presente, entendiendo que, sin necesidad de adherirnos por completo a sus argumentos, aún tiene algo que plantearnos a los espectadores de hoy.


La historia

A comienzos de los años ‘50, en París, un grupo de jóvenes aficionados al cine realizó una versión incruenta del sueño de Georges Bataille: crear una comunidad acéfala, una suerte de sociedad secreta cuyos miembros estaban unidos por un vínculo que dejó de ser inconfesado en 1959, cuando Michel Mourlet publicó en la revista Cahiers du Cinéma el manifiesto Sur un art ignoré.

La comunidad recibió su denominación del cine Mac-Mahon, situado en la avenida de ese nombre en París. Este cine estaba cerca del instituto Carnot, en el que cursaban estudios de secundaria algunos de sus miembros fundadores. Estos adolescentes consiguieron que el dueño del cine, Émile Villion, les dejara programar películas. Pierre Rissient ha narrado cómo ocurrió esto, hacia el año 1953: “El Mac-Mahon, que estaba muy cerca del Instituto Carnot, ponía películas en versión original subtitulada. Se alternaban obras excelentes y otras más ordinarias, al ritmo de una por semana. Jean-Louis Cheray, el responsable del Parnasse, se negaba a poner ciertas películas que no le gustaban. Michel Fabre, Georges Richard y yo teníamos tantas ganas de ver algunas que fuimos a hablar con Émile Villion, el director del Mac-Mahon. Le citamos varios títulos y el aceptó programar algunos. ¿Fue simple coincidencia? En todo caso, muchos cinéfilos debían de estar esperando estas películas porque fueron un pequeño éxito. Villion se animó entonces a proyectar algunas otras que le habíamos sugerido. Pudimos proyectar rápidamente The Reckless Moment (1949) de Max Ophuls, He Ran All the Way (1951) de John Berry, The Prowler (1951) y M (1951) de Joseph Losey, que la Columbia no quería estrenar tras su sonoro fracaso, y The Lawless (1950), también de Losey (...)”

Más adelante, a partir de 1961, la actividad de programación se completó con la organización de un cine-club llamado “Circulo del Mac-Mahon”, integrado por Pierre Rissient, Michel Mourlet, Michel Fabre, Jacques Seguine, Alain Archambault, Marc Bernard y Claude Makovski. Las primeras sesiones estuvieron dedicadas a obras de Joseph Losey y Fritz Lang, que asistieron personalmente para presentarlas. El círculo invitaba a críticos y periodistas, y la cobertura de las sesiones contribuyó a que aquellas películas llegaran a estrenarse comercialmente en París. También en 1961, Michel Mourlet fue nombrado redactor-jefe de Présence du cinéma, revista en la que se concentrará, hasta su desaparición en 1967, la actividad crítica de los mac-mahonianos.

Sur un art ignoré se publicó por primera vez en el número 98 (agosto de 1959) de Cahiers du cinéma, la revista que había fundado André Bazin. El texto apareció en su totalidad en cursiva, como si la revista quisiera tomar distancias respecto a él. Iba precedido por una nota redactada probablemente por Éric Rohmer, que era entonces su redactor-jefe:

Aunque la línea de Cahiers sea menos rigurosa de lo que a veces se ha creído, este texto solo coincide con ella de forma evidente en algunos puntos. Ya que toda opinión extrema es, no obstante, respetable, nos gustaría presentar este texto al lector sin más comentarios.


Una estética del cine

El título del ensayo define al cine como arte y, de forma polémica, como un arte ignorado –no solo por quienes no reconocen su condición artística, sino también por los “cinéfilos un poco atolondrados” que pueblan su panteón de genios y “descubren una obra importante por semana”; y aun por los presuntos “expertos”, que yerran al juzgar el valor de las películas porque ignoran cuál es la verdadera esencia del cine. Esta ignorancia proviene de la tendencia a aplicarle los mismos criterios que, consolidados por una larga tradición, funcionan para otras artes, pero no con el cine debido a su profunda novedad, a su muy diferente naturaleza.

Es quizá, históricamente, el primer manifiesto sobre cine que no se redacta desde la perspectiva de la realización de películas (a la manera de los escritos en los años ‘20 en Italia y Francia), sino de su recepción. Su objeto es, en definitiva, proponer una teoría estética del cine. Así lo declara el propio texto casi en su inicio:

Nos proponemos aquí esbozar un análisis de la res cinematographica considerada en su ser, bajo los prejuicios que la enmascaran.

Esta frase demuestra la voluntad filosófica del texto de Mourlet. Desde Platón, la filosofía occidental aspira a un conocimiento que se opone al falso saber basado en los prejuicios. Al mismo tiempo, Mourlet trata aquí de rebasar el ámbito de la crítica, de la experiencia subjetiva del gusto, para fundamentar la exigencia kantiana de aprobación universal.

[...]




Seguir leyendo el texto en