Botonera

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6.5.23

y V. "PARA UNA ECOLOGÍA DE LAS IMÁGENES", Peter Szendy, Valencia: Shangrila, 2023.




LA ICONOMÍA A LA MEDIDAD DEL UNIVERSO






Partamos esta vez de una vieja imagen (data de 1745): un grabado de William Hogarth titulado La guerra de las imágenes (así podríamos traducir, entre otras versiones, su título original, The Battle of the Pictures). La inscripción en la parte superior del grabado sugiere que se trataría de una imagen auto-publicitaria, ya que —leo e intento traducir lo más literalmente posible— “el portador de la presente [de esta imagen que tengo entre las manos] está autorizado (si lo considera apropiado) a constituirse en adquirente [o mejor dicho en oferente, porque sin duda se trata de una subasta] de las imágenes de Mr. Hogarth, que deben ser vendidas el último día de este mes”. (1)

1. The Bearer hereof is Entitled (if he thinks proper,) to be a Bidder for Mr. Hogarth’s Pictures, which are to be sold on the Last day of this Month.

La imagen que tengo entre las manos es pues una imagen cuya función es permitir comprar imágenes: promete poder ser intercambiada, si no por otra imagen, en cuyo pago consistiría, al menos por la posibilidad de adquirir otras imágenes. Es una imagen que describe y permite acceder a un mercado de imágenes, al espacio de su circulación y competencia económica, en resumen, a lo que denominé, en otra parte, una iconomía. 

Los comentaristas y exégetas de la obra de Hogarth han intentado descifrar esta imagen (del conflicto o del intercambio) de imágenes. Se ha podido identificar, a la derecha y en las sombras, colocada sobre un caballete, la escena del Tête à Tête, el segundo cuadro de la serie Marriage A-la-mode pintada por Hogarth hacia 1743, cuadro aquí cortado por una reproducción de las célebres Bodas aldobrandinas, un fresco romano que data de la época del reinado de Augusto (podemos verla en los Museos Vaticanos). Se ha podido reconocer también la copia de un San Francisco que penetra por su ángulo inferior derecho en la escena de la Mañana (Morning) que inaugura la serie Four Times of the Day pintada y luego grabada por Hogarth en 1736 y 1738. (2)

2. Véase especialmente Thomas  Clerk,  The  Works  of  William  Hogarth, (Including the ‘Analysis of Beauty’), Elucidated by Descriptions, Critical, Moral, and Historical; Founded on the Most Approved Authorities, vol. II, Londres: R. Scholey, 1812, pp.67-68.

Sin embargo, antes de cualquier reconocimiento o identificación, lo sorprendente en este grabado es que no encontramos en él ningún comprador, ningún espectador. Literalmente no hay nadie (entrevemos como mucho, en el ángulo superior izquierdo, en lo alto de los escalones, la minúscula figura de un rematador, así como su emblema, el martillo de las subastas, dibujado en la bandera plantada en medio de las telas que se despliegan en el horizonte). No hay ninguna persona excepto imágenes que se chocan, se desgarran y compiten entre sí en una circulación aérea —voladora— que parece concernirles solo a ellas, que parece tener lugar solo entre ellas y para ellas, sin nosotros. Iconomía aquiropoeta. 

Más allá del contexto de la Inglaterra del S. XVIII, ¿qué pasaría si consideráramos esta imagen, tal como parece sugerirnos ella misma, como caída en nuestro planeta desde un tiempo y un lugar desconocidos? Tal vez se nos aparecería como un corte, un fragmento de la circulación universal de las imágenes tanto aquí abajo como allá arriba, no solo sobre la tierra —incluso bajo tierra, si pensamos en los cables por los que la mayoría de las imágenes transitan hoy en día— sino también en la atmósfera y el espacio extraterrestre en el que giran los satélites que las transmiten.

Observemos esta imagen de la economía o del comercio de las imágenes como si hubiera sido extraída de un mercado de lo visible de dimensiones más vastas, un mercado iconómico general. Abordémosla como si nos permitiera ver o pensar lo que llamaremos, subvirtiendo una expresión de Georges Bataille, la iconomía a la medida del universo


Dar a ver: el gasto iconómico

Bataille propuso, en efecto, concebir la economía según un punto de vista ampliado. Sugería así, en La parte maldita, contemplar económicamente “el movimiento de la energía sobre la tierra”. Y algunos años antes, en 1946, había consagrado una serie de notas a la idea de una “economía a la medida del universo”, o sea una economía que estudiaría “el mundo viviente en su conjunto”. (3)

3. Cf. Georges Bataille, La Part maudite, I: La Consumation (1949), en Œuvres complètes, VII, París: Gallimard, 1976, p.20 [trad. cast.: “El consumo”, La parte maldita, Buenos Aires: Las Cuarenta, 2007]; y también, en el mismo volumen, Économie à la mesure de l’univers. Notes brèves, préliminaires à la rédaction d’un essai d’“économie générale” (1946), p.11. En cada una de las citas siguientes, indico el volumen de las Œuvres complètes y las páginas respectivas. 

Esta generalización del concepto de economía consiste, en un primer momento, en cambiar su escala, ampliando las fronteras estrechas entre las que habitualmente es encerrada. Me gustaría evocar la pregunta planteada por Bataille en el primer capítulo de La parte maldita, a saber: “¿Es posible estudiar el sistema de la producción y el consumo humanos en el interior de un conjunto más vasto?” (p. 28), y preguntar, por mi parte: ¿no resulta necesario, acaso, intentar comprender la circulación de las imágenes, de la que el grabado de Hogarth nos da un panorama restringido, restituyéndolas al seno de una economía ampliada a las dimensiones del universo?

No obstante, para Bataille, lo que distinguiría la economía universal que él intenta pensar de la economía en el sentido corriente es “el punto de vista del excedente de energía”.

 En la economía general, escribe Bataille, “en relación con la producción, el ‘gasto’ (el ‘consumo’) de las riquezas es el objetivo primero”. (4) En consecuencia, lo que habrá que tomar como punto de partida es la pura pérdida. Que no tiene nada que ver con un excedente como el que produce una economía restringida de tipo capitalista, cuyo pretendido exceso está destinado a ser consumido precisamente para reinscribirse en el ciclo de la acumulación de la riqueza (leemos en este sentido, en fragmentos de una versión abandonada de La parte maldita, que “el capitalismo no implica la supresión de los gastos improductivos: [...] tiende a reducirlos al consumo de sus productos”). (5)

4. VII, p.14 y p.19.

5. La Limite de l’utile (1939-1945), VII, p.223 [El límite de lo útil, Buenos Aires: Losada, 2017]. Véase también la p.231: “Este sistema tentacular se distingue de los otros por el hecho de que no gasta sino a condición de absorber más de lo que pierde. [...] El capital [...] alcanza su mayor capacidad de la absorción de la fuerza y solo puede liberarla absorbiendo más de lo que libera. Esto supone la existencia, fuera del sistema, de fuerzas todavía no reducidas pero reducibles —bajo la forma de países subdesarrollados, o sea de ámbitos de posibilidades todavía no explotadas (resultantes de nuevas invenciones). Si el sistema cesa de absorber nuevas fuerzas, cesa inmediatamente de entregar sus productos”.


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