Botonera

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20.6.23

III. "INVERNADERO. CINE Y RESISTENCIA", Mariel Manrique, Valencia: Shangrila, 2023.


ANDREI TARKOVSKI
EL CINE ES SOLARIS
(Fragmento)


El futuro es mujer y el cine es Solaris. Del tajo húmedo que la mujer lleva entre las piernas, caerá gente y continuará la vida de la especie humana. Si la mujer dijera que ya no, que ha sido suficiente, se desvanecerían las escuelas, las fábricas, las cárceles, los asilos, los hospitales y los cementerios. La mujer guarda los días venideros en su tajo. Del país de los muertos se regresa convertido en recuerdo, es decir, en fantasma. Si el cine dijera que ya no, que ha sido suficiente, mi especie perdería su única forma indisputable de resurrección. Apoyo la palma de mis ojos sobre una pantalla, para tocar y asir un manojo de rasgos, la inflexión quebrada de una voz, la luz crepuscular que insiste en cincelar la diagonal de un pómulo […]

El cine me ha dado lo que mi ancestro paleolítico soñaba en su caverna, cuando pintaba en la piedra bisontes de ocho patas y multiplicaba cuernos en las luchas estáticas de sus rinocerontes, con una antorcha en la mano como una prótesis técnica y un emblema parpadeante de la esperanza […]

Dormir es claudicar ante los espectros. Solaris sondea mi cerebro mientras duermo, me profana y me ausculta; desarmada, le entrego mis tesoros y la suma terrible de todas mis vergüenzas. Sabe que me fascinan tanto como me espantan. Se calza el látex quirúrgico y empuña el bisturí, extrae mis explosivos del magma de esas horas nocturnas sin relojes, los materializa sin el trámite opresivo del trabajo y los deja, luminosos y amnésicos, al borde de la cama, junto a mí […] Del océano viscoso y turbulento de Solaris, emerjo hecha, desde un principio, de pasado. Es el pasado lo que pesa en mí […]

Solaris lo sabe y dispone expertamente, en la biblioteca de la estación orbital desangelada, las trampas protectoras de mi civilización occidental […]

Llevo los recuerdos como una lluvia, o como cachorros que me siguen y me imploran, con sus ojos de ciego, que no los abandone, que los bañe y los vista y los abrigue antes de dormir. Pero sé muy bien que ellos no duermen; la que duerme soy yo, para hacer recuerdos, que Solaris pondrá de pie y a asediar con sus anatomías de sales de plata […] 

[…] Solaris me envía, desde su noche acuática, la réplica exacta de los objetos que perdí. […] Solaris me pone ojos de travelling, investidos del don de la lentitud, que es como decir: caricia (o relevamiento topográfico); inmersión (con riesgo de corte de cuerda); o exhumación (de monedas enterradas). Por eso vamos a Solaris a perder el tiempo, o a buscar el tiempo perdido. El tiempo no es un truco de montaje, no se puede montar, no es ese tipo de caballo. Es un océano que simula estar allí, con su calendario y sus cronómetros, pero que en verdad se descompone aquí, en la música azarosa del recuerdo. Solaris hizo pedazos el tiempo de la historia y puso a las historias a flotar en el tiempo. 

[…] Solaris apuesta a los niños, porque no olvidan, no perdonan ni fracasan. Solaris también fue niño (nació del deseo de inventores y magos). Los niños no tienen moral. No saben que tienen una casa, cuando la tienen, pero quieren volver a ella, cuando crecen y ya no se puede volver a casa. Esta es, precisamente, la tara de los hijos de Solaris, ese déficit del corazón gracias al cual Solaris nos hará, definitivamente, suyos. 

[…] Solaris nos dará, en compensación por nuestra vida entera, una isla. Una isla que es la réplica de lo que fue un hogar. Un hogar imperfecto, porque nada perfecto puede salir de esa máquina averiada que es Solaris. Será una casa donde llueve dentro, llueve con una lluvia imprevisible que irrumpe y dinamita el orden de las cosas, como un recuerdo. Allí querremos quedarnos a vivir. El cine es la máxima distancia, abolida […] 



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