Botonera

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25.6.19

III. "EL CINE DE FRANK TASHLIN. AMÉRICA SATIRIZADA", Pablo Pérez Rubio, Shangrila, 2019






[...] el cineasta va a efectuar el más feliz encuentro de su trayectoria profesional. “Tashlin era un tipo enorme que desplazaba lentamente la masa de su cuerpo (...), mientras que su cerebro se movía a una velocidad vertiginosa”, escribe (o dicta) Jerry Lewis en sus Memorias. (39) No es de extrañar la apreciación, pues hay prácticamente un consenso unánime en considerar las dos películas que Lewis y Dean Martin rodaron con Tashlin como las mejores de la filmografía de la pareja. Sin embargo, y según muchos testimonios, Artistas y modelos, rodada por Tashlin en 1955 para ser estrenada en las fechas navideñas de ese mismo año, es la película que colmó las diferencias y asperezas que venían gestándose entre ambos actores tras varios años de colaboración y competencia artística y financiera. Por entonces, Hal B. Wallis, el irascible productor de Paramount que fuera su mentor y se había responsabilizado de casi todas sus películas, luchaba por mantener viva una relación amistosa y profesional que tantos millones de dólares había reportado a las arcas de la compañía; de hecho, Lewis estaba literalmente aterrorizado por Wallis, según el testimonio de Tashlin, aunque  no era el único que sufría esa presión. El propio Lewis recuerda en Dean & Me (40) cuán irónica le resultaba la letra de la canción de Juntos ante el peligro (Pardners, Norman Taurog, 1955), film precedente de la pareja de artistas: “Tú y yo, siempre seremos compañeros, / tú y yo, siempre seremos amigos”. Y unas páginas más atrás (p.157) había lanzado una afirmación concluyente: “Si quieren saber qué era lo que obstaculizaba nuestro desarrollo e impedía que alcanzásemos nuestro más alto potencial cómico en la pantalla, lo responderé en dos palabras: Hal Wallis”. ¿Matar al padre?

39. LEWIS, Jerry y GLUCK, Herb, Jerry Lewis por Jerry Lewis. Memorias, Barcelona: Parsifal, 1991.


40. LEWIS, Jerry y KAPLAN, James, Dean & Me (A Love Story), Nueva York: Doubleday, 2005, pp.268.

Bajo la mirada nada imparcial de Tashlin, la película número quince de la filmografía conjunta del dúo de actores se convirtió en el principio de su fin, aunque todavía trabajarían juntos en dos ocasiones más. Solo un jugoso contrato que unía a la pareja con la Paramount hasta 1956 fue capaz de retrasar un divorcio que a estas alturas parecía ya incontrolado e inevitable. Pero, al margen de este hecho escasamente determinante para el análisis fílmico de la película, si Artistas y modelos es una obra clave en la carrera tashliniana es, al contrario, por significar el encuentro del director con Jerry Lewis y el inicio de una recíproca y muy fértil relación. Es muy posible, como tantas veces se ha afirmado, que la productora y el propio Wallis eligieran, para domeñar a una pareja de tanto éxito económico, a un director no excesivamente experimentado (había realizado hasta entonces solo cuatro filmes completos en solitario, y no especialmente gratificantes en términos de rentabilidad económica) y, sobre todo, por tratarse de un artista con conocimientos en tres de las facetas de la cultura popular que más habían determinado la obra anterior de Lewis: el tebeo, el gag visual proveniente del slapstick mudo y el dibujo animado. Como hemos visto, Tashlin ostentaba por entonces un dilatado pasado como director de cartoons, dibujante de tebeos y de libros infantiles de ilustraciones protagonizados por animales y creador de secuencias cómicas para películas: curiosamente, todos ellos elementos presentes y determinantes en Artistas y modelos. (41) De hecho, al parecer el director rescribió por completo el guion original de Hal Kanter y Herbert Baker para dar más relevancia de la inicial a estos aspectos del film.

41. La animalización de personajes y gags presente en la obra de Tashlin ha sido estudiada por HENDERSON, Brian, “Cartoon and Narrative in the Films of Frank Tashlin and Preston Sturges” en HORTON, Andrew (ed.), Comedy / Cinema / Theory, Berkeley: UCP, 1991, pp.153-173.

Así pues, y sin caer en un determinismo de carácter teleológico, no resulta descabellado proponer que las figuras de Lewis y Tashlin parecían destinadas a encontrarse. Sin duda, el personaje de Jerry en Artistas y modelos (Eugene Fullstack, un aspirante a guionista de, precisamente, cuentos infantiles) salió ganando con la inclusión de Tashlin a la cabeza del proyecto, y no solo porque –como confesó en alguna entrevista– él mismo consideraba a Dean Martin un actor “execrable”. De entrada, se mostró como un hombre más interesado por investigar en los recursos del cine cómico y, también, más apropiado para el humor subversivo de Lewis que los más apagados e impersonales –aunque no por ello siempre mediocres o ineptos– Hal Warker, George Marshall, Norman Taurog o Joseph Pevney de turno. Además, Tashlin se atrevió con algo que estos no habían logrado plenamente hasta ahora: que el personaje de Martin, con sus canciones y sus vulgares galanteos, pasara irónicamente a un segundo plano en beneficio del torrente cómico de Lewis, incluidos en ello algunos de los números  musicales, inspirados en los de Un americano en París (An American in Paris, Vincente Minnelli, 1951) y Cantando bajo la lluvia.





Artistas y modelos


Tras la muy habitual colección de jovencitas que muestran los títulos de crédito, la primera secuencia se encarga de presentar a los dos protagonistas por sus atributos (Martin) y sus carencias (Lewis): mientras Rick (Martin) trabaja afanosamente como pintor en la confección de un anuncio publicitario callejero para mostrarlo a sus jefes, Eugene (Lewis) se encuentra imbuido con rostro idiota y alienado en la lectura de un cómic de acción fantástica, concretamente Bat Lady. Rick es un hombre activo y productor de bienes para el capitalismo, mientras Eugene es un niño pasivo que solo sirve para consumirlos. Pronto comenzará (recurriendo Tashlin y Lewis a un par de gags previsibles en la línea de Stan Laurel) la rebelión de las máquinas, que provocará el caos... y el despido de los dos trabajadores: “Yo encuentro un trabajo y tú lo pierdes”, reprocha Rick a Eugene; “Siempre perdemos nuestros trabajos por culpa de esos comics”. Ya en el apartamento que comparten, Eugene aparece vestido con el atuendo de ama de casa (atributo femenino que se repetirá en futuros trabajos) preparando la escasa cena para ambos que su menguada economía permite. La definición del personaje de Eugene ha sido eficiente: se trata de un ser con rasgos a la vez infantiles (lee comics compulsivamente) y femeninos (cocina, viste delantal, llora), que busca en Rick tanto a su padre como a su complementaria pareja. (42) El masculino Rick, por su parte, presenta justamente los atributos patriarcales del americano medio: activo, realista, práctico, mujeriego, ambicioso... Y asistimos al primer gran hallazgo visual del film, motivado por una inteligente puesta en forma, en una secuencia paródica de la separación de amantes propia del género melodramático, aquí con una elocuente pátina homosexual (43): un largo plano fijo, con Lewis en primer término de espaldas y apoyado tristemente en la puerta, mientras asiste (en profundidad de campo) a cómo Martin hace la maleta para marcharse del piso increpándole por su comportamiento. Sin un mínimo gesto, sin un solo movimiento del personaje, Tashlin consigue trasmitir con sutileza al espectador el cambio de actitud de Rick y la indefensión del solitario y frágil Eugene ante el mundo, haciendo convivir en el mismo encuadre lo patético y lo ridículo. Ha comenzado, a través de la planificación de la escena y de la inmovilidad del cuerpo en escorzo del actor, la primera transformación sustancial del personaje lewisiano, de la que Tashlin es no poco importante responsable [...]



Artistas y modelos


42. SANTOS FONTENLA, César, Dirigido por..., nº 6 (abril de 1973), p.4, apuntó el “matiz ambiguo” de la relación hombre-mujer presente en varias de las más relevantes parejas cómicas de la historia del cine: Laurel y Hardy, Abbott y Costello, Thelma Todd y ZaSu Pitts, etc... 


43. SIKOV, Ed, op.cit., p.185, dice del cómico, a propósito de este mismo film, que en aquel momento constituyó “un icono gay llegado del infierno”. El autor dedica a Tashlin el capítulo 4 y último de la obra: “Living Looney Tunes: The Art of Frank Tashlin”, pp.179-242, a rastrear sus películas en busca de conexiones entre el humor tashliniano y el concepto freudiano de histeria.