Botonera

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13.12.20

XI. "ANDRÉI TARKOVSKI Y LA CULTURA UNIVERSAL", Tamara Djermanovic / Olena Velykodna (coords.), Valencia: Shangrila 2020




LA VOZ DEL POETA: AFINIDADES ARTÍSTICAS
ENTRE ARSENI TARKOVSKI Y ANDRÉI TARKOVSKI
Kitty Hunter Blair


El espejo



Todo arte es fundamentalmente un descubrimiento; la imagen artística es una revelación. En esta tradición se inscribe la obra de Andréi Tarkovski. Si hablamos de su cine, la persistente intensidad escrutadora de la mirada de la cámara se parece más bien a una investigación; la cámara gira en torno a cada imagen, a cada objeto. Como si confirmara que el auténtico arte explora el mundo.

Al riguroso desarrollo tradicional del argumento y de los caracteres, que se fundamenta sobre una interpretación superficial de las complejidades de la vida, el cine tarkovskiano contrasta con su capacidad de vivir y moverse a través de los “vínculos poéticos”, mediante la intuición y el pensamiento asociativos. Porque según Andréi Tarkovski el artista es –cualquier gran escritor, creador artístico, pintor o cineasta–, asimismo, un poeta. Un poeta atormentado, que aspira a unirse con un ideal que yace fuera de él, y que él aprehende como una especie de concepto fundamental, intuitivamente sentido. Y esto es un suplicio. Tarkovski lo escribe sobre el iconógrafo Andréi Rublev, pero obviamente se refiere también a sí mismo. 

Por lo distinto que es el cine de otras formas artísticas, este cuenta con sus propias exigencias y características técnicas. Aquí, el cineasta acude a Van Gogh, que señala que el artista lucha con todas sus fuerzas con el material de la vida, hasta el último respiro, para poder expresar una verdad ideal que él siente en su interior. Y esto implica una entrega absoluta, pero al mismo tiempo una extrema fidelidad a lo natural y a lo orgánico, también a un entorno real, a través del cual el artista procura descubrir la verdad ideal que nosotros experimentamos a través de los sentidos y a través de las emociones; el intelecto siempre queda en un segundo plano. 

Es bien sabido que para Tarkovski eran muy importantes las referencias a las obras maestras de la cultura universal; las cita a menudo en sus filmes, de un modo u otro. Se trata del legado clásico que nos ha formado y nos ha hecho tal como somos, diría Andréi; forman parte de la memoria humana universal. Y el cine, como el único arte que trabaja directamente con el tiempo, “graba” las secuencias de la vida, y así nos proporciona “una matriz del tiempo”. El cineasta “esculpe en el tiempo” en el sentido de que retira lo innecesario del conjunto de los hechos de la vida, como un escultor hace con el mármol del cual emerge la estatua. El tiempo es una categoría espiritual relacionada con la vida interior y moral de la persona; el público va al cine para recuperar el tiempo perdido –no en el sentido proustiano o joyceano–, sino para experimentar la unidad del tiempo, en gran medida inexistente en los momentos cotidianos. 

Henri Bergson hablaba de la duración del tiempo, la durée, la totalidad del tiempo pasado y futuro, que conocemos por intuición. En el pensamiento tarkovskiano sobre el tiempo hay mucho de Bergson, cuyo trabajo fue traducido del francés al ruso, y que influyó en los intelectuales de la generación del padre del cineasta, Arseni Tarkovski. En esta concepción, no se percibe el tiempo en su secuencia lineal; asimismo, se sale de la rigidez del tiempo newtoniano. Lo que se propone es la duración, la unión de las diversas secuencias temporales, como en un abrir y cerrar de ojos. En Confesiones de san Agustín, en una supuesta conversación con Dios, el autor dice que mide el tiempo con su mente, e incluso se pregunta si el tiempo no es la extensión de la mente en sí. No sé si Tarkovski leyó a san Agustín, pero también en sus filmes el tiempo aparece como una categoría espiritual. 


El caso de El espejo (Zérkalo, 1975) 

La película que demuestra de manera tangible y vital la filosofía artística de Tarkovski y la forma a través de la cual el autor “rompe la realidad desde el prisma de su propia percepción” es El espejo. Como sabemos, el filme se conforma con memorias personales y colectivas, material documental sin editar, acompañado por referencias artísticas diversas a la música clásica, la pintura y los poemas de su padre [...]





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