Botonera

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11.11.21

IV. "VÉRTIGO. DESEO DE CAER", Valencia: Shangrila 2021




LA BALLENA BLANCA

CARMEN PINEDO HERRERO

Hieronymus Bosch, El carro del heno, detalle
Pieter Brueghel el Viejo, Caída de los ángeles rebeldes, detalle



I. De insectos y peinados

Me apasiona la vida de los insectos,
allí está todo Shakespeare y Sade…

Luis Buñuel


Imaginemos a Samsa en un punto inicial de su metamorfosis –ya no hombre, no del todo hombre; aún no insecto: apenas esbozados, apenas intuidos, pero ya reconocibles, caparazones, élitros, los brazos y las piernas que anuncian, en su delgadez, las patas que serán, que ya empiezan a ser. Imaginemos a Samsa, como a Sísifo, feliz, escribe Bruno Latour. Imaginemos que baila como la pareja central de la romería pintada por Camarón hacia 1785, o como otros personajes asimismo danzantes –entre la danza y el vuelo–, cuyos zumbidos, estridulaciones y chirridos resonarán en estas páginas. Imaginemos que no baila, que su vuelo es caída, como nos muestra El Bosco, o que se asemeja en su aspecto de insecto al arcángel que hace caer a los rebeldes en el cielo del viejo Brueghel. 

Aún no existe quien ha de soñar el despertar de Samsa. Los insectos, sí. “Habitaban la tierra mucho antes que la humanidad”, nos recuerda Guido Ceronetti por si acaso lo hubiéramos olvidado, como tantas otras cosas. Nos dice que el arte –también la música, la poesía– nos hacen recordar los mundos –“más de uno”, especifica– que “fueron y que perecieron, que vivieron y no volverán a vivir”. Eran mundos habitados también por insectos ya extinguidos. A algunos de ellos no los llegamos a conocer; a otros, como la mariposa azul de Xerces o la gran blanca de Madeira, sí. Ninguna de ellas, pensamos, fue, en su sueño, Zhuangzi.

El hecho es que aquí estaban los insectos. Cuando llegamos, pintamos, grabamos, esculpimos sus imágenes. Fueron animales, ángeles, dioses, seres híbridos. Como nosotros. Muy pronto empezamos a catalogarlos. Como a nosotros. Elaboramos categorías taxonómicas de cuerpos, rostros, sombras y mucho más: ejemplares clavados como mariposas, ordenada y cuidadosamente dibujados sobre láminas. Un “lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”, escribe Perec. “Lamentablemente”, advierte, “no funciona, nunca funcionó, nunca funcionará”. Debería proyectar su voz hacia el pasado para que la oyera Lavater, el hombre que quería leer las sombras para desvelar el alma: en realidad, como indica Stoichita, el “lado negativo, caído” de su alma.

Como los ángeles que El Bosco hace caer en su pintura; como el arcángel de Brueghel que los combate: uno y otros compartiendo su aspecto de insectos, compartiendo su alma. 

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego.

[...]





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