Botonera

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16.11.21

IX. "VÉRTIGO. DESEO DE CAER", Valencia: Shangrila 2021




LA MÍSTICA DE BARBA AZUL

MARIANA FREIJOMIL



El hilo invisible (Paul Thomas Anderson, 2017)



Me aferré a él como si el que me hubiera
infringido el dolor fuera el único que pudiera
consolarme por haberlo sufrido.

Ángela Carter, La cámara sangrienta


Armaduras.

Magnolia (1999) contiene una secuencia musical que sirve como impasse narrativo. Los ocho personajes centrales aparecen, uno tras otro, mientras tararean el tema Wise Up de Aimee Mann. Este momento ilustra una de las estrategias centrales de la filmografía de Paul Thomas Anderson: sus personajes se espejan y a la vez se oponen. (1) La escena, ubicada en el clímax de tensión del filme, apunta que los miedos y dudas de los protagonistas solo pueden resolverse al encontrar al otro, a un opuesto cuyo trato implica un conflicto capaz de quebrarlos. Anderson construye personajes en guerra, que son conscientes de su propia vulnerabilidad y crean estrategias para atravesarla o sobrellevarla. 

1. TOLES, George E, Paul Thomas Anderson, Urbana: Contemporary film directors, 2016. pp.8-12. 

El hilo invisible (Phantom Thread, Paul Thomas Anderson, 2017) no es una excepción. La presentación del diseñador Reynolds Woodcock lo sitúa en la trastienda del brillo y el lujo del mundo de la moda del Londres de principio de los años ‘50: un taller de paredes impolutas, dignas de un convento de clausura, y espacios diáfanos en el que una legión de costureras acude a su puesto de trabajo y sigue la planificación que el modisto y su hermana, Cyril, han pautado. Todo el mundo se saluda pero habla lo justo. El trabajo reina y condiciona todas las interacciones, incluso cuando Reynolds se dispone a desayunar. Cuando Johanna, su amante, reclama su atención ofreciéndole dulces, es ignorada. “No hay nada que pueda decir para volver a tener tu atención”, dice ella. “No puedo empezar el día con una confrontación. Tengo que entregar un vestido”, responde él. El límite está marcado y no debe atravesarse. Los diseños que elabora y su imagen profesional son una barrera que Reynolds levanta constantemente entre él y los demás, especialmente cuando se le reclama emocionalmente. 

Podemos establecer un paralelismo entre su comportamiento y el de otro personaje del universo de Paul Thomas Anderson, Daniel Plainview de Pozos de ambición (There Will Be Blood, Paul Thomas Anderson, 2007). Las dos secuencias que articulan el desenlace de este filme revelan un punto de no retorno para el magnate petrolero. La primera es el rechazo de su hijo adoptivo, HW, tras anunciarle que quiere formar su propia compañía. El joven ha sido el depositario de la vida emocional de Daniel gracias al vínculo paterno-filial que han mantenido, un vínculo cuyo afecto nunca se expresa abiertamente pero que está latente en los gestos y atenciones silenciosas entre ambos. La relación con HW hace que Daniel se perciba vulnerable, porque implica admitir que lo necesita. Repudiarlo significa afirmar su independencia afectiva. La segunda secuencia es la del asesinato de Eli, el predicador, en la bolera de la mansión. Ese instante canaliza la agresividad de Daniel. Su crimen debe ser entendido como un acto defensivo que implica la propia destrucción. El “I’m finished” del protagonista ante el cadáver es el triunfo total en la defensa del bastión que siempre protegió: el de su autosuficiencia soberana e intransigente. Es la negación de la propia vulnerabilidad, inevitable en cualquier acto de amor. Y es ese rechazo el que sella las puertas de su fortaleza, el que termina con la amenaza de sentirse expuesto, pero también el que elimina todo rastro de humanidad.

En El hilo invisible Reynolds también ha construido un mundo a su medida y lo defiende [...]





El hilo invisible


[...] cuando el envenenamiento de Reynolds pasa a ser consentido y conocido por ambas partes, ya no hablamos de una acción correctiva ni aleccionadora. El pharmakon que le proporciona Alma es lo que él ha soñado y pedido sin ser consciente de ello: un depresor potente que lo devuelve a un estado infantil, a un momento en el que sus límites no estaban constreñidos por miradas de aprobación. Alma no modifica la esencia del ciclo que él seguía, sino que se amolda. Envenenarle cuando dé signos de necesitar calma sitúa la regulación emocional de Reynolds en el centro de la relación. Alma lo matará y lo resucitará cuando él lo requiera. Así, se unen en una dinámica de tintes religiosos que alterna muerte y resurrección. Alma lo dice al inicio de la película: “Reynolds ha hecho realidad mis sueños. Y yo le he dado a cambio lo que más deseaba. (…) cada pedazo de mí”.





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