Botonera

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29.1.22

VIII. "CONEXIONES. UN DIÁLOGO CON SANTOS ZUNZUNEGUI", Asier Aranzubia, Valencia: Shangrila 2022



Santos Zunzunegui en la Cátedra de cine de Valladolid, 2015



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En mi caso, por razones que a estas alturas ya habrán quedado claras, la presencia física y la oralidad han jugado un papel fundamental. Si miro hacia mis años universitarios tengo que reconocer que los profesores que me marcaron no siempre enseñaban las materias que más me interesaban. Pienso en un caso como el de Antonio Beristain, mi profesor de Derecho Penal en Deusto, cuyas clases eran una fiesta de la inteligencia. En este caso el placer que me producían sus clases era, como dicen que sucede con el placer estético, puramente desinteresado. En otros casos, como cuando fui alumno del prematuramente desaparecido Fernando de la Puente que impartía Teoría económica, se combinaban una materia apasionante con una capacidad de seducción que a veces se hacía de rogar (para él los lunes no eran su mejor día) pero que cuando se manifestaba conseguía resultados muy notables. Ahora que lo pienso creo que le debo el que fuera el primero que detectó en mí esa pasión por la palabra hablada. Tras un larguísimo examen oral de una duración desacostumbrada ante una pizarra llena de ecuaciones de todo tipo, me miró y me dijo: “Le iba a poner notable por lo que sabe, señor Zunzunegui, pero lo he pensado mejor. Le voy a poner sobresaliente por cómo se ha explicado”. Creo que no hace falta señalar por qué no hay cosa que deteste más en la enseñanza que la imagen de ese profesor atrincherado tras su mesa leyendo de la forma más aburrida del mundo unos folios interminables. 

Es verdad que luego, muchos años después y ya metido en harina universitaria, pude recibir el impacto personal (no demasiadas veces, lamentablemente) de un Greimas o un Eco, pero también de un Jean-Marie Floch o de un Omar Calabrese. Pero aún suscribiendo ciento por ciento la afirmación platónica que recoges, creo que hay algunos autores que incluso en su enseñanza escrita (no es mi caso, ya he discutido esto antes) se trasluce su impagable maniera de poner en escena el conocimiento. Dos casos ejemplares: el primero, el ya citado de Eco cuyos textos traslucen un impagable sentido del humor aunque estén tratando de las epifanías en Joyce, de los paseos por los bosques narrativos o de la organización del semema. Otro autor en el que creo (digo creo, porque nunca pude escucharle en persona) que en su escritura se percibe la persistencia de una enseñanza oral es George Steiner. Donde algunos suelen percibir una distancia olímpica con relación a los temas, autores y, por supuesto, lectores, yo veo una escritura de corte estatuario, un pensamiento solo momentáneamente aprisionado en las redes de la escritura, que me recuerda a los fragmentos de los filósofos presocráticos. Por eso suelo recomendar la lectura de ese libro ejemplar de entrevistas que lleva por título Un largo sábado

Dices que “hacer visible la cocina” es una de tus armas fundamentales a la hora de conseguir que tu discurso analítico resulte persuasivo. Creo entender a qué te refieres, pero me gustaría que te extendieras un poco más.   
 
No hay ningún secreto. Cuando realizo un análisis en directo siempre es nuevo para mí. Incluso aunque se trate de un fragmento o filme sobre el que existe un texto ya publicado. Me parece que la manera más honesta de presentar los logros, si los hay, es mostrar el camino que, con sus meandros y desvíos, acaba desembocando en ellos. Se trata de repetir el paso a paso que me lleva desde esa sensación de que existe algo que me llama la atención en una escena e intentar mostrar con claridad en qué consiste, pero no para abismarme en el discurso inefable del punctum barthesiano, sino para comenzar el paciente camino que nos debe llevar a poder presentar de una manera clara y lógica la forma en que las imágenes y los sonidos (lo único que existe en un filme) se hacen cargo de la significación. Se trata, en otras palabras, de intentar acompañar al texto en su desarrollo, seguir sus instrucciones y activar sus potencialidades. Debo decir que aunque un análisis se haya repetido mil veces siempre tiene la posibilidad de ser actualizado. Aquí habría que dar la razón a Welles cuando decía a la hora de justificar sus permanentes vueltas y revueltas de tal o cuál escena en la moviola que “there’s always a better way”. A condición de que la materia sometida al análisis sea lo suficientemente rica como para soportar su frecuentación permanente. Un buen analista es, antes que nada, el que sabe elegir bien los materiales que va a escudriñar. Por eso es tan importante esa dimensión de los textos que la sociología suele dejar de lado. No todos los textos son iguales (ni tampoco, por supuesto, los analistas), los hay más ricos (o más agudos) que otros, más cargados de significación que otros (o más atentos al filme). Y aquí interviene de manera decisiva la dimensión estética de las obras. Lo interesante es estar preparado para transitar el camino que se abre ante el observador [...]



Imagen portada: Santos Zunzunegui ante la tumba de Yasujiro Ozu



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