Este libro es el relato de un viaje, el viaje emprendido en tren desde mi ciudad natal, Amberes, hasta Venecia. He llegado a una edad en la que mi tiempo se agota y debería quedarme tranquilamente sentado en mi sillón, pero antes de poner un punto final a mi existencia deseo volver a encontrarme con algunos amigos queridos, diseminados a lo largo de mi trayecto por Europa. Así que habrá seres humanos, es decir encuentros, y habrá momentos de esperanza y momentos de cólera, y también algunas cosas tiernas, tan gratas como para afirmar que el más hermoso de los viajes es el que uno realiza rodeado de los suyos, es decir de los hombres, pero también de los animales, y finalmente hacia el interior de sí mismo. Por último, como siempre he pensado que la existencia era breve, y que era justo que lo fuera, intentaré ser breve, y serlo naturalmente desde mi punto de vista. Recordemos aquella antigua historia en la que el filósofo taoísta Chuang Tse da un paseo con un amigo lógico, durante el cual ambos cruzan un puente sobre un río en el que nadan unos peces. Al comentarle Chuang Tse lo felices que le parecen los peces, el lógico le pregunta qué sabe él de los peces y de su felicidad, y con qué derecho habla en su nombre. A ello le sigue una pequeña discusión filosófica sobre lo que podemos saber o no de la felicidad de los demás, y el lógico termina haciéndole una pregunta a Chuang Tse: ¿cómo percibe la felicidad de los peces? El filósofo responde entonces con una pirueta china, por así decirlo, y replica que él percibe la felicidad de los peces desde donde está, es decir, desde lo alto del puente, porque la libertad de cada uno de hablar de lo que le plazca o de quien le plazca es plena, siempre que sepa dónde se encuentra y desde dónde habla, es decir, que depende del punto de vista, a partir del cual podrá medir su distancia hasta el otro. Así que todo lo que sigue estará escrito desde mi punto de vista y lo mejor posible, como lo afirmaban en su lema mis ancestros, los pintores flamencos: Als ich kan. Como pueda.